miércoles, 4 de marzo de 2009

Mi mal karma…

Uno de los asuntos de los que más me enorgullezco de mi vida es que en mi tercer año de la secundaria, casi me expulsan por ser una revolucionaria rebelde (o por lo menos lo intentaba, no le llego ni a las uñas de los pies al Che Guevara o a esos manes hiper rebeldes).

Era una caspa (una rebelde – en Colombia creo que le dicen así; corrígeme si estoy mal, Clau) y estaba orgullosa de ello. Mi escuela era católica, y el que dirigía todos los terceros años era un sacerdote. Si me muriera mañana por un desafortunado accidente (un piano me puede caer encima; un gato entra volando por el balcón de mi casa, cae en mi regazo, me da un paro al corazón y me despacha al otro mundo; una patineta voladora, de un irresponsable skater, puede salir disparada hacia mi cabeza a una velocidad supersónica; pude haber bebido gasolina pura en vez de una soda en un tremendo descuido de la mesera de un restaurante -¿de dónde carajo sacó la gasolina? ¿Iba a traficarla o qué?-; viene a Panamá una ola gigante, pero como yo me la paso metida en la computadora, escribiendo en mi blog, olvidé ver las noticias y me convertí en la única estúpida que no evacuó el país; podría venir un loco con un hacha –podría ser mi stalker personal-, encontrándome sola en la parada de mi universidad –todos lo demás estudiantes desaparecieron porque, obvio, salieron huyendo a otro país por la ola gigante-; podría morderme una araña radioactiva –no la misma que mordió a Edward Cullen- dejándome paralizada de cuerpo entero, impidiéndome salir huyendo con la llegada de la ola; se me podría caer el escritorio de la computadora sobre las piernas –el loco con el hacha lo más probable es que haya practicado un poco su técnica en mi mesa de madera-, rompiéndomelas, quedando atrapada debajo de ella, y entonces viene la ola, inunda mi casa, y yo como anormal no puedo salir nadando; o, en el mejor de los casos, cuando esquivé el piano, acaricié al gato en la cabecita, esquivé también la patineta, andaba anoréxica, sin ganas de comer, evitándome ir al restaurante asesino donde la mesera asesina traficante de gasolina, saludé a mi stalker personal y, aprovechando que tenía un hacha, le pedí que me arreglara mi escritorio, que estaba un poco chueco, y para cuando llegó a mi casa, como todo un hombre, pisó la araña que intentó subirse por mi pierna, pero como es mi stalker, y quería matarme de todos modos, se le olvidó avisarme que venía la ola, y me quedé en la casa, viniendo después la ola, y aunque nadé y luché contra la corriente, vino una manta raya grande y espantosa y me clavó su aguijón tóxico y mortal) sabría que la única persona que no ha podido olvidarse de mí es ese Padre (me imagino que tienen que regresar para saber donde quedaron; mi cuento de la muerte se hizo un poquito largo).

Aunque todavía me queda una muerte interesante (si no has leído mis posts de los días anteriores, hazlo ahora, porque no vas a entender): mi mamá (tuvo remordimiento de conciencia por el 50% del seguro de avión y la ida negada a la zona libre) y mi papá (también tuvo remordimiento por haberse peleado conmigo el sábado por el puto trabajo del mapa conceptual y porque se siente culpable por nunca haberme llevado a un sanatorio) me llaman por celular cuando estoy en el restaurante, evitando que tome la soda-gasolina, y me avisan que viene la ola, y como viene, no voy a la Universidad (no me encuentro al loco con hacha), no salgo de mi casa (no me cae el piano que pendía de un delgado hilo en lo alto de un edificio en construcción –no pregunten que hacía un piano de cola en un apartamento no acabado-), no me pegan con la patineta, no me siento en el escritorio porque estoy empacando, pero éste igual le cae encima a la araña radioactiva, y no tengo un encuentro con la manta raya gigante porque voy en el avión. Pero como dicen por ahí: “Haz cosas buenas, y cosas buenas te pasarán. Haz algo malo, y esto regresará para atormentarte”, el avión se cae en pleno vuelo (el loco asesino me persiguió hasta el avión, comenzando una persecución que terminó en la cabina del piloto, rompiendo todo el tablero y acabando con la estabilidad aérea del avión) y mi mamá y papá cobran los $10,000.00 que les tocaba por el seguro de vida.

Hay muchas posibilidades de que cualquiera de estas cosas me suceda; puede pasarle a cualquiera.

Para acentuar la mala fortuna y el mal karma que rodea mi vida, hace unos 30 minutos llamó un número desconocido a mi celular. Cuando contesté, es una voz de mujer; ella preguntó por mí , yo le dije que sí, que era yo.

¿Quién habla?

Alguien.

¿Quién HABLA?

Alguien que te quiere matar.

Casi me voy al suelo de la risa. Le respondí: “¿Tú también?”. Y la chica me respondió: “¿Hay alguien más que te quiere matar”… Resultó ser una compañera que da clases conmigo mañana. Ella sólo estaba molestando, pero como no he hablado con ella es obvio que no sabe acerca de mi encuentro cercano con la muerte (Joooo, que exagerada, solo fue una llamadita corta y estúpida).

Hay muchas posibilidades de que esto le pase a cualquiera.

Como iba contando, antes de que se me ocurriera la manera en que iba a morir yo algún día no muy lejano (dije que podía ser mañana), el sacerdote de mi colegio la tenía completamente conmigo. Y les aseguro que le caía de la patada, porque un día me llamó a su oficina para preguntarme si yo me peinaba (yo llevaba el cabello así tipo despeinado, con ondas). Le dije que no, que apenas me levantaba, así mismo me lo dejaba. Entonces el Padre me recomendó usar una peinilla, y yo le dije que qué iba a hacer con una, si así era mi cabello natural. Imagínense, un hombre hablando del cabello de una mujer. Es algo triste, muy triste.

El asunto es que todo lo que yo hacía, estaba mal. Un día nos dijo a todos en el salón que iba a llamar a los padres con frecuencia para hablarles sobre nuestro rendimiento, y yo, como siempre, muy respetuosamente y con unas palabras muy educadas, le dije: “¿Es que no tiene nada que hacer que estar llamando a nuestras casas?” (Nótese la fluidez de las palabras, junto con el tono respetuoso y amable). Dos horas después, recibí un sobre con el logo de mi colegio, donde el Padre le escribía una carta a mis padres mencionándoles el incidente (mis palabras estaban textualmente escritas allí). Por supuesto, la carta la tengo todavía yo en uno de mis cajones. ¿Qué, creías que se la iba a dar a mis padres? ¿Me ves cara de suicida? Aunque de todas formas, en una de las múltiples ocasiones en que mis padres acudieron a mi colegio, el sacerdote les contó.

Este tema es interesante y extenso, lleno de más sucesos atorrantes por mi parte. Lo bueno de todo es que nunca me expulsaron, pero me ficharon de por vida. Todavía me conocen allá como la niña rebelde, la que siempre causaba problemas, la que nunca se quedaba callada. ¿Por qué habría de quedarme callada? No hay nada más divertido que hablar.

Que mi vida sea un entretenimiento para ustedes es algo muy bueno; única condición es que se maten de la risa con ella (háganlo de vez en cuando).

Bye!!

*Astrid A.*

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Holaaaa! y si, me tuve que devolver para ver donde había quedado ¬¬
Estas en lo correcto, en Colombia se dice rebeldes, también estudie en un colegio católico, con padres y monjas, pero yo era mas santa que cualquiera xD
jajaja tus desafortunados accidentes me causaron mucha risa!
Saludos!

*Astrid A.* dijo...

Y yo espero que no me pasen en serio! pasaré lejos de las construcciones! Jajaja, eso de "caspas" lo escuché en La Pelota de Letras... como amamos eso aquí en mi casa, todavía nos acordamos de ciertas frases por momentos! VIVA COLOMBIA, carajo! =)
BYE!

Anónimo dijo...

Pues, yo nunca me he visto la pelota de letras, se que es una sensación, todo el mundo se la ha visto menos yo T_T