jueves, 30 de abril de 2009

Varias razones por las que soy una niña mala, II parte

Creo que después de la trastada que hice con mi blog, la primera razón por la que soy una niña mala es porque no soy capaz siquiera de manejar un blog… pero considero que esa “clase” de niña mala significa más que soy una niña estúpida. Entonces, ahora nos vamos a la clase de niña mala de la que les quiero hablar.

Razones por las que soy una niña mala:

1. Miento a la perfección y constantemente a mis padres.

Debería más bien decir que soy una rata. En serio, soy completamente una rata con ellos, y me iré a la tumba con la conciencia intranquila por todo lo que dije. No es que sea de esas que dicen: “Sí, padre, estoy estudiando en la casa de una amiga y me quedaré a dormir con ella”, pero igual, no me justifico diciendo que porque mi mentira sea menor que las de otras personas, entonces no es mentira. Miento descaradamente, siempre sin que me pillen (papá, mamá, si leen esto, es para que vean que le estoy mintiendo a ellos, no ha ustedes dos. Ya saben que es verdad que el otro día estaba ayudando a mi mejor amiga con su tarea en la casa de ella).

*Extra: Soy tan mentirosa, que mentí en el post anterior. Bueno, más o menos. Es que el otro día me tomé unos vasos de Smirnoff. Pero no tengo ganas de hacerlo de nuevo.

2. Soy una maldita tacaña del carajo

Para mí el dinero es lo más importante en mi vida; toda mi existencia he tenido dinero (pero no hablo de que mis padres sean ricos, sino que YO he tenido dinero). Nunca me han dado mesada (ya vemos que no soy la única desgraciada tacaña) y procuran quitarme todo el dinero que siempre guardo y me esmero en gastar con prudencia. Recuerdo un día, tenía como 8 años, y mi tío me había regalado $20 para mi cumpleaños. Decidí guardarlos, como siempre, porque me iba a servir para comprarme otra Barbie, porque me habían enseñado (que enseñanza más estúpida) que cuando uno tiene dinero, uno se compra lo suyo. Entonces, en vez de llevarme a comprar la condenada Barbie, mi mamá decidió que la pizza de ese día la iba a pagar yo con mis nuevos $20. Y fue así como, en menos de 1 hora, mis padres y mi tío (no el mismo que me regaló el dinero, sino uno que vive conmigo) se comieron mis $20. Así de sencillo.

Siempre ha sido ésa la clásica: “Miren, Astrid tiene dinero… ¡Vayamos a comer helado!” (por cuenta de Astrid, no por la de nosotros dos, que somos padres de familia y que ganamos un salario quincenal). Tanto dinero he tenido… tanto dinero he gastado…

Y en los últimos años, con las cosas que me han pasado (ver el préstamo de 420 chanchitos a mi padre en el post anterior de 10 razones por las que soy una niña buena, I parte) he decidido ser una persona diferente: soy una gran tacaña. Antes, no tenía ningún inconveniente en comprarme un libro, o ir a almorzar por ahí. Ahora, cuento las monedas, no le doy nada a nadie más de lo necesario, y todos los domingos le digo a mi padre: “No tengo dinero!” para que me dé plata aunque tenga 20 palos en la cartera. Hey, instinto de supervivencia. No dejaré más nunca que una desgracia como la de hace unas semanas (encontré que sólo tenía 8 dólares) me vuelva a ocurrir.

3. Soy una rebelde empedernida

¿No les conté hace muchos post que casi me expulsan en mi 3er año de la secundaria? Bueno, si no les conté, aquí les cuento: casi me expulsan de la escuela. Era la rebelde más rebelde que podía existir. Y mis profesores decían que “sin causa alguna”, pero mentira, la causa era ellos mismos. Esos manes sí que son unas ratas; me ganan a leguas. Malditos bastardos, ojalá no le suban el salario, porque déjenme decirles que esos idiotas hicieron mi vida escolar algo imposible. Mi secundaria no fue espantosa por el acné, ni por los chicos, ni por las chicas plásticas, ni por nada de eso: fue horrible por culpa de todos mis profesores. No habría ni la boca, y ya estaban encima de mí diciéndome lo que yo era y no era. Por supuesto, mi lado perverso siempre salía a relucir, y yo no me podía quedar callada e ignorada. Yo sobresalía. Nunca (NUNCA) fueron capaces de domarme; todavía en mi último año, que estaba más calmadita (no porque quisiera portarme bien, sino porque me la pasaba durmiendo, jugando o leyendo en clases), tuve problemas con un profesor de inglés, pelea en la que él muy motherfucker (en este momento estoy leyendo un libro en inglés que me está enseñando un nuevo vocabulario vulgar que nunca antes había conocido; procuraré darle uso a ese nuevo vocabulario en mi blog) me gritaba “Cállese la boca, niña”, mientras yo le decía: “No tiene porque decirle eso a él, qué es lo que le pasa!!”… para contarles rápidamente, el fuckin Teacher mencionó que un compañero mío no era digno de tener el apellido que tenía, y yo salté diciendo que cómo es que le decía eso a él. Allí empezó todo.

Pero el punto del asunto es que soy rebelde, con causa, claro, y que ahora no es que no sea rebelde, sino que ando muy feliz por el mundo. A la primera que encuentre, saltaré como una fiera, recordando mis viejos tiempos.

4. No me importa nada con los hombres

No me malinterpreten, coño. No es que no me gusten los hombres, sino que he sido mala toda la vida con ellos. Bueno, el género femenino necesita a alguien que las represente con esa imagen de “niña mala que bota hombres”, ¿no? Es que siempre es el hombre el que juega con las mujeres, y no al contrario. Quizás yo sea la excepción. Aunque, claro, una vez me la aplicaron, pero créanme que solo me dolió por un par de semanas. Luego me vengué. Mi venganza le costó a él unos $180, cuidado que más. Entonces, ¿quién salió ganando? La rata de Astrid. Buena ésa.

Pero, como iba diciendo, siempre he sido un poco mala con ellos. A veces el tiro se sale por la culata (un imbécil se quedó con mi CD de Sin Bandera) pero la mayoría ha sido algo normal (mamá, papá, es mentira esto; yo nunca he tenido novios).

Chicas, devuélvanle la patada. No es que todos sean malos, pero procuren que a los que sí los son, no se les vuelva a ocurrir tratar mal a una mujer. Denle una lección. Sáquenle dinero. Acaben con su ya jodida reputación. Lo que sea, pero hagan algo. Eso no les debe interesar.

5. Siempre he desacreditado a las personas

Yo tengo una simple regla que siempre tengo presente, y que no inventé yo: sobrevive el más fuerte. Uno no puede ser el más fuerte si hay otros que te pisotean y son mejores. Por esta razón, y lo hice más seguido en primaria, yo era de ésas que inventaban los chismecitos, o era la sapa, la bocona del salón, o era la que contaba los secretos de todo el mundo. Que si la mamá de un compañerito estaba embarazada y no era del papá de él, sino de otro (esto lo recuerdo perfectamente porque es una completa niñería), que a una niña le gustaba otro, pero nadie lo sabía, que un compañerito se estaba copiando en un ejercicio, etc, etc…

Un montón de cosas que dije, y que inventé, con tal de que no hubiera otros que fueran mejores que yo. O también lo hacía por simple venganza. Cosas como: “¿Así que ella estaba hablando de mí el otro día? Lo lamentará, bitch”. Como dije antes, no hay nada más rico que la venganza.

6. Tengo muchos pensamientos pasados de la raya

No sólo los hombres son los de mente cochina. Si hay alguna mujer/joven/niña (si eres menor de edad, tápate los ojos y ve a jugar Barbie, por favor. Ok, estoy jodiendo, YO soy menor de edad) que ande por aquí, piensen un rato y díganme si no es que acaso no es verdad que han pensado cosas pervertidas algún día. Por mi parte, yo lo pienso mucho. Lo malo es que todo el mundo se entera (excepto papi y mami, por supuesto). La verdad es que yo soy así: extrovertida. Para que sepan cómo es el asunto, el otro día estábamos practicando para la obra de teatro de la clase de Derecho Romano de la Universidad (es lo que me ha tenido un poco ausente aquí) y vino un compañero con una espada de mentira, hizo como si me la clavara en el costado mientras decía: “Te la voy a clavar”. Y, con mi mente cochina pensando a mil por hora, yo le respondí: “Bueno, si me vas a clavar tu espada, entonces hazlo bien duro”. Lo siento, quizás sonó muy fuerte, pero por eso es que les digo que soy muy extrovertida. A algunos les parecería medio fuerte esto, pero a mí me suena como a un niño de 5 años cantando los pollitos. Tengo miles de comentarios más guardados en el fondo de mi mente quemada y perturbada, pero tengo la dicha de que sólo salen en ciertos momentos con ciertas personas. No es con todo el mundo (gracias a Dios).

7. Siempre quiero que alguien estire la pata

¿No lo he repetido miles de veces? “Ojalá se muera ese hijo de puta”, o “Que se pudra en el infierno ese chucha de su madre”. Siempre quiero que alguien se muera. No me interesa que eso sea algo perverso, yo siempre odio a alguien tanto como para desearle la muerte. Principalmente, odio a las novias o amigas de los famosos… la que ha encabezado mi lista últimamente es Camille Belle. Sencillo: es amiga de Robert Pattinson. Lo siento, no puede evitar sentirlo.

Quizás el punto número 7 sería mejor llamarlo: “Poseo tendencias homicidas”. Aunque jamás lo haría con mi propia mano.

8. Soy extremadamente perezosa

Meto la pereza como una cualidad mía de mi condición de niña mala porque tengo entendido que la pereza es uno de los siete pecados capitales. Además, la pereza me ha afectado tanto en la vida, que en verdad lo considero como algo muy malo. Por ejemplo:

­Me quedé el año pasado en química, física y matemáticas, además de que casi me quedo en Biología.

­ Por pereza mía de quedarme en la sala de mi casa esperando, decidió irme al cuarto y acostarme a dormir hace un buen tiempo. Cuando mi papá se levantó la mañana siguiente, encontró la olla con agua que YO tenía que apagar la noche anterior totalmente fundida, sin agua, claro, y el fuego todavía prendido. O sea, gracias a la pereza casi enciendo mi casa.

Éstas son un pequeño ejemplo de las muchas cosas que no he hecho por andar de vaga, pero todavía hoy soy la mujer más perezosa del mundo.

9. Trato mal a los niños

No es que les pegue ni nada de eso, sino que no se tratar a los niños. Mi gran problema es que no tengo paciencia, y la poquitaaaa que tengo la pierdo en dos segundos. Entonces imagínense cuando llega mi primito a la casa y agarra algo peligroso y yo se lo quito de la mano. ¿Qué es lo que hace? Se tira al piso. Él se tira al piso, y yo por ahí mismo lo agarro de los brazos, lo pongo de pie y lo zarandeo. Mi primito se queda sin ganas ese día de volver a tirarse al suelo. Pero la mayoría del tiempo no me toca tratar con niños, porque ellos de por sí salen huyendo de mí. Para ser sincera, ningún niño gusta de mí. El otro día le dije a uno: “Hey, cómo estás, hermano? ¿Todavía estás yendo a clases (refiriéndome a si salió de vacaciones o no)?” y él se me quedó mirando con un signo de interrogación sobre la cabeza. Tenía 3 años. Seguro que entendió lo de “Hey”, “hermano”, “todavía”, “yendo” y “clases”.

10. No pienso en Dios ni en nadie de esos tanto como debería

Lo siento, pero no soy una chica religiosa. Desgraciadamente, tengo otras cosas en las que pongo más mi atención que en lo que de verdad debería ponerle, que es la religión. Siempre que uno anda pensando en estupideces como Twilight, Harry Potter, la comida, los hombres, Ian O’Shea, libros y todo eso (nada de esto es una estupidez, sino que no son tan importantes) no tiene tiempo para otras cosas.

No creo que esto termine aquí; les prometí más razones para ser una niña mala, y pienso cumplirlo. Ni que me costara mucho.

Estuve pensándolo hace un rato, y quizás no sea tan mala como otros por ahí. Pero está eso de que tampoco soy buena como otros por ahí. Por eso es que prefiero ser una niña mala.

Bye!

P.D.: Record! 4 páginas de Word!

*Astrid A.*

martes, 21 de abril de 2009

Mantenimiento del Blog

Pequeño mantenimiento del blog. Pronto estará completo! =)

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Ok, acabo de terminar el "mantenimiento" de mi blog...

Saben que me encanta contar la verdad siempre, así que les confesaré que esto no fue ningún mantenimiento, sino un gravísimo pero gravísimo error que cometí. Mis amigas me enseñaron a abrir un blog, pero nunca me contaron (y yo nunca les pregunté, seamos justos) que tenía que guardar los widgets y todo eso.

El otro día me encontraba inspirada por la tarde, y decidí que ya era hora de cambiar ese fondo verde de mi blog... entonces empecé a buscar templates, hasta que di con uno que me gustaba. Decidí también llamar a mis amigas, pero una no me contestó y con la otra colgué el teléfono antes de que contestara. Me dije: "En verdad, no tengo que preguntar nada, es muy simple cambiar el fondo de tu blog". Sí, seguro que es muy simple. Así de simple fue encontrarme hace unos días, frente a mi computadora, con un calor de 36º, viendo cómo todas mis fotos, mis listas de libros y películas, etc, etc, etc, desaparecían en el mundo oscuro e impenetrable de la internet. Me recordó mucho a un capítulo de Los Padrinos Mágicos en el que Timmy se "metió" dentro de la internet para evitar que su amada Trixie leyera una carta de amor que el padre de Timmy le había mandado a la susodicha con la firma de Timmy. Y he aquí el trauma de las cómicas, libros y películas de ciencia ficción: a veces desearías con toda tu alma que algo así te sucediera.

Ni siquiera es la primera vez que me sucede una desgracia cibernética; es más, me han ocurrido tantas que les prometo que tengo para escribir un post. Tengo una muy buena que incluye "trabajo de mi mamá", "pasillo", "12 años" y "pornografía explícita, asquerosa y prohibida". Me declaro inocente. Pero escribiré este post después de mis 10 razones por la que soy una niña mala. O 12. O 15. O 20. Seguro que mi mamá puede escribir 100.

Deseándole que jamás les pase algo así (todo desapareció frente a mis ojos...), me despido de ustedes.

Quizás lo de mi blog fue algo del destino o algo así; más bien creo que es pura cuestión de karma, por haberle pisado la cola al perro de mi tía.

Bye!

*Astrid A.*

lunes, 20 de abril de 2009

10 razones por las que soy una niña buena, I parte

Estaba esperando para poder dormirme cuando de repente pensé que qué buena suerte tenían mis padres de tener una hija como yo. Y pensaba en buena suerte, porque me considero una muchacha tranquila, sin problemas sociales (mentales, quizás, pero me los guardo pa mí solita) o alguna adicción y cosas así (las adicciones a las ideas –cough, cough, Sin Bandera y Twilight- no cuentan). Así que decidí hacer mis 10 razones por las que puedo asegurar que soy una niña buena:

1. No fumo marihuana

Sólo me tomo un par de pastillas de éxtasis y de vez en cuando me inyecto heroína. Nada de marihuana. Ok, estoy jodiendo, claro que no me drogo ni nada de eso. No es que sea lo peor del mundo, sólo pienso que es algo que te destruye, así que creo que el que se droga, se está matando (algo que considero como suicidio, lo que es una estupidez).

2. No me emborracho

Nada de eso de ir a fiestas y subirse a las mesas a bailar una música erótica mientras me quito la ropa. No necesito de una cerveza para hacer eso; es algo que hago estando sobria. Estoy bromeando de nuevo. Pero mis padres pueden estar tranquilos de que no voy a salir a plena calle tambaleándome de un lado pa otro, cantando rancheras a todo pulmón. Así que la razón es perfecta.

3. No golpeo a ningún animal en la calle

No es que sea tampoco una man de esas de Green Peace o que son extremistas, extremistas (recuerden, los extremos son malos), pero nunca he golpeado a un animal en mi vida. Bueno, supongo que los insectos están totalmente excluidos de esta lista. Ah, la única vez que le hice mal a un animal fue cuando estaba en la casa de mi tía (la misma a la que le encharqué la cocina con avena –si no sabes de qué te hablo, leer el post Mis desgracias culinarias) e iba a entrar en el cuarto. Entonces, de la nada, salió su perro (un Shih Tzu, aquí les dejo las fotos, es un perro hermosísimo) y se cruzó al frente a mío. Parece que cuando di un paso, le pisé la cola, y Tequilo (así se llama) a pegado el grito de perro más horroroso que he escuchado en toda mi vida. Sólo le pisé como 1 centímetro y chilló como si se la hubiera cortado. Tengo que decir a mi favor que ese perro es un chillón del carajo. Pero me hizo sentir terrible, hasta el punto que me tuve que refugiar en el baño a llorar; sentía como si fuera la peor persona en este universo (pero no peor que Osama Bin Laden). No mato pájaros, ni ahogo gatos (qué crueldad), ni tampoco asesino ballenas en el Polo Norte (una vez me invitaron, pero quería ir al cine, así que decidí rechazar la invitación. Otra broma).

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4. No les pego a mis padres

Hey, he escuchado por ahí que hay chicos que agreden física y mentalmente a sus padres; lo máximo que yo hago es decirle viejo gordo a mi papá. No merezco cárcel por eso, ¿o sí? Ya me imagino el día que le levante la mano a mi padre o a mi madre; créanme que ese mismo día me despido de mi mano, la otra, mi pierna, la otra y por ahí mismo de mi cabeza.

5. Le tengo pánico a las alturas, a los bichos, al mar, a los cuchillos, al fuego, a la electricidad…

Razón de más para que mis padres estén tranquilos en el sofá de su casa: ellos saben que JAMÁS se me ocurrirá tragar fuego, lanzar cuchillos al aire, tirarme de una avioneta en paracaídas, o andar en un río haciendo eso de rafting, o tirándome de un acantilado (por las alturas y porque caigo en agua, lo que significa que es algo horrible para mí), o en un tour por la selva amazónica (5 segundos hay y me encontrarán de un paro cardiaco tirada en el suelo o trepada en el árbol más grande de la región, asustada por una mariposita que se posó en mi hombro) o cazando huracanes (electricidad). Cualquiera sea el deporte extremo, yo no estaré allí, ténganlo por seguro.

6. Hago algunos quehaceres de la casa

No pueden quejarse de mí; yo soy muy bienmandada. Friego todas las noches (un cerro de platos como si mi casa fuera un restaurante, en vez de la cantidad que debería haber para 3 personas que sólo almuerzan) y le echo agua a las jarras.

7. Fui cuadro de honor en la escuela

Fui la primera de mi salón por 5 años seguidos. Cómo lo hice, no tengo ni idea, aunque siempre he creído que fue obra de mis padres, porque yo era algo así como su títere. Cuando me cambié de escuela y tuve vida propia, empecé a sacar las peores notas y con eso logré ser la penúltima de mi salón, y la niña con el puesto #91 de 100 estudiantes. Lo mejor, ¿verdad? Pero tuvieron su victoria por 5 años, aunque sufrieron por 7. Ja!

8. Soy independiente

No mucho, no puedo pagarme un carro, no trabajo, no me pago la universidad, no me pago apartamento, pero lo que quiero decir con independiente es que soy de las que siempre tienen plata (entré en una pequeña crisis este año, pero ya salí de ella). Aunque la culpa no es mía, es de mi papá, al que le presté hace un año $420 y me debe hasta el sol de hoy $200. ¿Qué hija mala le presta a su padre 420 dólares? Ninguna, y por eso es que soy buena.

9. Soy muy buena persona

Cuando me piden un favor, yo siempre lo cumplo (dentro de los márgenes normales). He hecho las charlas yo solita porque alguien estaba ocupado, o he dejado que se copien de mí, o en puestos nombres en los trabajos aunque esas personas no hayan trabajado. Soy muy buena gente, hasta el punto de ser tonta.

10. Soy respetuosa con los viejos

Y cuando hablo de viejos, no sólo hablo de las personas de la tercera edad, sino de los adultos en general (sólo tengo 17; pa mí todos son viejos). Doy los buenos días, no hablo incoherencias frente a ellos (como la mayoría de los adolescentes hacen), no levanto la voz, no digo palabras sucias (me las reservo para mi sub-consciente), respondo correctamente a sus preguntas y también pregunto preguntas de cortesía (¿mencioné que pregunto muchas preguntas buenas?) =) Cuando estamos reunidos toda la familia, los viejos, los nuevos y los más o menos nuevos, yo siempre quedo como el angelito no descarrilado de la familia, que es una deportista, que estuvo en una escuela buena y difícil y que es una preciosura de persona. Se nota que no conocen mi lado oscuro, pero ésa es la gracia de las reuniones familiares: pura apariencia. Los trapos sucios se lavan en casa y todos brillan de limpios en ese tipo de reuniones.

Como posdata, me toca poner que también soy buena porque tuve mis buenos momentos en el deporte, y eso me imagino que es de orgullo de parte de los padres.

No me queda nada más decir que así como soy una niña buena, también soy una niña muy mala.

Seguro que me pasaré de las 10!

Bye!

*Astrid A.*

miércoles, 15 de abril de 2009

Mis desgracias culinarias

Yo no estoy gordita; tampoco estoy muy flaca (peso 130 libras y mido 1,65 m, así que tú sabrás como ando). Pero siempre me ha gustado comer. No de todo (siempre es más sencillo decirles qué como a qué no como, porque no como nada), pero sí bastante. Mi gran problema de la vida es que no sé cocinar: soy una completa inútil.

Inútil, inútil, inútil, bien inútil.

¿Arroz?

1. Un domingo que mi mamá no estaba me dio por hacerme arroz para el almuerzo, así que lo eché en una paila, a la que le eché también un poquito de aceite. Y luego me comí el arroz. ¿Nadie nota nada? Se me olvidó echarle agua. Imagínense qué coño fue lo que comí ese día. Les puedo decir que el arroz quedó doradito, crujiente y con sabor a Popcorn.

2. En el Servicio Social hice arroz, mucho arroz, y le eché mucha sal. Por supuesto, el problema es más grave que salar el arroz. El problema es que no lo lavé ni lo limpié, y créanme que ése había que lavarlo y limpiarlo. Varios se encontraron unas horas después masticando arroz con piedritas.

¿Huevos?

1. Me levanté con unas ansias por la mañana de comer huevos sancochados (no, no estaba embarazada). Por supuesto (y aquí no se me olvidó) los metí en agua y los dejé un ratito. Cuando les quité la cascara y me senté en la mesa, me di cuenta que estaba… amarillo. Ok, para que lo capten, estaba crudo. SABÍA a huevo crudo. Qué asco.

2. Mi papá estaba muy enfermo ese día (dice que estaba resfriado, doy mis brazos y mis manos a que sólo tenía ganas de joder) así que me mandó a hacer huevos revueltos. Simples, claro, no prendan que les eché jamón, etc, etc. Entonces, puse la paila e iba echando los huevos. Uno por uno. Cuando uno se terminaba de cocinar, yo apenas estaba echando el otro. Al final, descubrí que había una mezcla entre huevos quemados, huevos revueltos, huevos término-medio y huevos crudos. La cocina olió horrible por un par de días.

¿Pollo?

Asqueroso. Los condimentos que le eché hicieron que supiera a rayos, además de que quedó totalmente rojo y crudo por dentro. Creo que ni siquiera se podía oler.

¿Puré de papas?

Mientras estuve en el Servicio Social (para el que no sepa, aquí en Panamá, en ciertas escuelas, se obliga a los estudiantes a servir a la “comunidad” con cierta cantidad de horas, y yo me tuve que ir a Bocas del Toro -8 horas de donde vivo- por 15 días sin luz, agua potable, teléfono, internet, televisión, periódico –ni que lo leyera mucho-, buena comida –aunque la mala comida fue gracias a mí) pelé las papas, las corté en pedacitos chiquitos y las apachurré con una botella de vidrio. Les eché leche y sal. Quedó ASQUEROSO 100%, porque era como comer chicle combinado con harina pasada de tiempo (¿alguien ha probado alguna vez “harina pasada de tiempo”? Yo no, pero resulta que sé como sabe la “harina pasada de tiempo”).

Jugos

1. Bueno, esto no cuenta como jugo, pero sí entra en la categoría de “líquido”. Un día que hice avena en la casa de mi tía (avena instantánea que se mete en la licuadora), todo iba perfectamente, yo estaba feliz porque cuando la probé sabía de maravilla. Tuve que haber prevenido que mi karma esta sucia y que nada lindo dura tanto tiempo, porque apenas saqué el envase de vidrio de la licuadora, todo se regó en el piso. TODO. El perro de mi tía llegó un par de segundos después a bañarse en la piscina de avena. Mi tía estaba embarazada; creo que ésa es la razón por la que a mi primito no le caigo bien.

2. Espero que nunca les haya pasado ésta. Estaba haciendo té frío (de ese instantáneo) en mi casa. Horas después, escucho un grito de mi padre, y salgo de una vez de mi cuarto, intentando enumerar las cosas que había hecho mal o lo que le estaba ocultando (¿el ejercicio de matemáticas? No, ya lo boté… ¿Los zapatos fuera de la casa? No, yo entré con ellos… ¿Hice alguna grosería? No, eso fue ayer...). Resulta que el té frío sabía a zapato viejo, porque le eché sal en vez de azúcar. Lo más triste es que en mi casa, el frasco del azúcar no se parece en NADA al de la sal. Pura estupidez mía.

3. Clásica que te sepa a agua en vez de a jugo. Con piña, ponche de frutas, Tang (no sé hacer Tan, no sé hacer TAN! Eso es muy triste) o lo que sea. Me queda tan falto de azúcar y de todo. Soy incapaz de encontrarle medida a algo. Como dije, inútil.

¿Tortillas? (son unas cosas de maíz; es que no sé! Son de maíz, eso es todo)

Horribles. Escurren aceite cada vez que las saco de la paila, y saben a restaurante sin limpiar. Siempre se burlan de mis tortillas (eso sonó raro), pero lo bueno del asunto es que como las consideran muy grasosas, todas me las como yo.

¿Nuggets?

Una vez acabados, casi no se podían comer. Estaban prácticamente calcinados. Tostados. Nadie puede meterle el diente a algo que está tan quemado.

¿Pancake?

Uff. Ok, se cocinaron en la parte de arriba, pero que vaina pa tratar de darle la vuelta a esa tortilla de mierda. Cuando por fin la volteé, se cocinó la parte que faltaba, pero se quemó la de abajo. Y luego, lo del medio, lo que en verdad es el pancake, quedó blanco. O sea, crudo. Ni siquiera se podía comer; era como una pasta asquerosa.

¿Tostadas francesas?

Para el que no sepa, esa vaina es un pan al que se le unta algo y sabe a canela. Bueno, a mí me dijeron lo mismo, y una mañana que me levanté con ganas de experimentar, cogí un bol, le eché leche y canela, se la unté a unas rebanadas de pan, y luego coloqué éstas en un paila. Terminó siendo una rebanada de pan mojada con sabor a canela. Cuando llamé a mi tía (sí, la misma que casi muere del corazón al ver su cocina inundada en avena), ella se rió de mí, y luego me preguntó si en serio, en serio, le había echado leche con canela a un pan. No sé con qué voz le hablé para que ella creyera que yo estaba bromeando. Parece que la tostada francesa se hace mezclando leche, huevo y canela. Luego la untas. Es más, no sé si me falta agua. Es que todavía no me acuerdo bien de la receta.

Por eso es que soy asidua a los Doritos, Lays, galletas, jugos YA PREPARADOS, la comida chatarra y la que hace mi madre.

Si fuera por mí, estaría en los huesos porque, con esta manera mía de destruir y acabar con todo lo que mis manos tocan estando en la cocina, no hay forma de que logré comer algo hecho por mí. Ah, sí. Emparedados. Soy muy buena haciéndolos. A todos en mi casa le gustan mis emparedados. Jamón, queso y pan. ¿Ven? De esto sí que me acuerdo de la receta.

Bye!

*Astrid A.*

jueves, 9 de abril de 2009

Mi lista de obsesiones, II parte

Basando en las tendencias del cine de mi época (y la de mi papá), yo debería estar creyendo en Star Wars. Pero, ¿cómo creer en Star Wars si es más complicado que leer la Constitución Estadounidense y la de Inglaterra en un solo día? Debe ser porque mis neuronas están tostaditas, pero yo nunca he logrado entender eso de la República, el Senado, el ultrasenado, el Parlamento, etc, etc, etc. Además, existen unas 20,000 especies de extraterrestres diferentes, y memorizarlas o tratar de entenderlos es de lo más difícil. A eso, se suma mi poco entendimiento de las relaciones interpersonales e interfamiliares. Que Anakin se la pasa con una mascarita en la cabeza todo el día y que intenta matar al producto del amor con su amada muerta a través de 3 películas. Que en realidad, Padme muere no por problemas en el parto, sino de amor, ¡qué egoísta! Pensó más en ella que en sus bebés. Eso es algo que no capto. También está el hecho de que al Jedi le prometieron unos “extraordinarios” poderes si se pasaba al lado oscuro (para salvar de la muerte a Padme) pero nunca vi que Anakin tuviera ningún poder ni que el otro (el bad boy) le enseñara algo que realmente le sirviera pa eso. Como conclusión, Star Wars me la pela.

Con esta creo que me van a asesinar, pero es que no me gusta el fútbol. No sólo te la sacan, sino que andas todo sudadito de un lado pa otro, sobándote con las personas de tu mismo sexo y correteando una pelotita. No diré más porque no quiero una torva de personas afuera de mi casa con antorchas y trinchos en la mano.

Otra que no capto es a Bob Esponja. Se los juro, he hecho mi mayor esfuerzo para entender los chistes de Calamargo, pero no logro captarlos. Es como si me escuchara en otra frecuencia. Lo más seguro es que de verdad mis pocas neuronas tengan algo que ver. Pero la culpa de eso la tienen mis oídos, porque en cada oído he sufrido como mínimo unas 5 otitis (infecciones). Era nadadora, así que eso se convierte en una enfermedad normal. El maldito problema se da en que la enfermedad se trate a tiempo, y yo un día por andar haciéndome la fuerte y la graciosa, me quedé callada y no dije que el oído me estaba matando. Así que la cosa se empeoró y tuvimos que ir un día corriendo a donde un otorrinolaringólogo. Imagínense lo mal que andaba ese día, que mis padres me hicieron caso. Ya saben que ellos nunca me hacen caso (si no sabes de qué te hablo, mejor lee este post y entenderás el milagro de la intervención de mis padres). Ese día por la madrugada, me encontraba delirando en mi cama, pensando en un plato de Chow Mein. No pregunten por qué, ya que estaba delirando. Cuando me tomé la temperatura (ya por la mañanita) tenía 42 grados de fiebre. Dicen que con 41 estás a punto de pelar el bollo, estirar la pata, ser comido por gusanitos, a 8 metros bajo tierra. Para que vean lo cerca que estuve de irme de este mundo (que melodramática soy, coño), les dejo un pedacito de algo sacado de Wikipedia:

  • 36 °C – 37ºC Temperatura normal del cuerpo.
  • 39 °C - (Pirexia) Existe abundante sudor acompañado de rubor, con taquicardias y disnea. Puede surgir agotamiento. Los epilépticos y los niños pueden sufrir convulsiones llegados a este punto *(qué raro, porque yo tenía 13 años)*
  • 40 °C - Mareos, vértigos, deshidratación, debilidad, náuseas, vómitos, cefalea y sudor profundo.
  • 41 °C - (Urgencia) - Todo lo anterior más acentuado, también puede existir confusión, alucinaciones, delirios y somnolencia.
  • 42 °C - Además de lo anterior, el sujeto puede tener palidez o rubor. Puede llegar al coma, con hiper o hipotensión y una gran taquicardia.
  • 43 °C - Normalmente aquí se sucede la muerte o deja como secuelas diversos daños cerebrales, se acompaña de continuas convulsiones y shock. Puede existir la parada cardiorrespiratoria.
  • 44 °C o superior - La muerte es casi segura, no obstante, existen personas que han llegado a soportar 46 °C.

Bueno, ya ven, tenía que quedar en coma. Pero se nota que soy la excepción, porque en vez de que me diera taquicardia, me puse a pensar en una sopa china. Aunque no me quejo, claro, no me puedo quejar. El día anterior recuerdo que me encontraba leyendo el 5to libro de Harry Potter, que acababa de salir en español.

Si me meto de nuevo en mis obsesiones, tengo que mencionar a los Padrinos Mágicos. Definitivamente considero esta cómica apta para personas mayores de 15 años. Para nada es para niños; no creo que un niño pueda entender la complejidad de las reglas de tener un padrino mágico, ni entienda lo estúpidos que son los padres de Timmy Turner. A mí el que me mata es Cosmo: es que se parece mucho a mí. ¿Les he contado alguna vez que no logro reconocer el carro de mis padres? Bueno, les cuento: yo nunca sé cuál es mi carro. Y no es que lo estemos cambiando cada semana (ha sido el mismo en los últimos 3 años), sino que soy incapaz de distinguir un Mitsubishi Lancer del 07 de un Mercedes o un Yaris. Un día estábamos una amiga de mi mamá, mi mamá y yo comprando comida, y yo salí primero del local. Me paré en el lado de pasajeros, esperando que mi madre sonara la alarma y se abriera la puerta. Mientras estaba allí esperando, me di cuenta que a mi mamá se le había olvidado el pequeño detalle de contarme que el carro tenía sunroof (la ventanita en el techo). Y entonces miré alrededor mío, porque se estaba desmorando mucho para abrir la puerta, y vi que estaban como a 3 carros más allá, mirándome las dos con una sonrisa pendeja en las caras. El carro en el que pensaba montarme era un Toyota Corolla, y no era del mismo color siquiera. En otra ocasión, me había bajado rápidamente en un minisuper, y cuando regresé y traté de abrir la puerta del pasajero, estaba cerrada. Toqué varias veces con el puño en la ventana, esperando que mi madre quitara el seguro, cuando me percaté que había una mujer dentro del carro con una cartera gigante que se estaba maquillando. Qué pena. Mi mamá ese día me regañó, porque dice que algún día me voy a topar con un enfermo y me va a mandar pal krajo. La más reciente fue el domingo pasado, cuando voy por un caminito que hay por mi casa y vi un carro que estacionado a un lado en la calle, prendiendo y apagando, prendiendo y apagando las luces. Yo me decía: “Pero qué raro!! ¿Será conmigo?”, hasta que me di cuenta que ése era mi carro, y que dentro estaba mi papá. No me había dado cuenta. La clásica era que cuando me iban a recoger a la escuela, el carro lo estacionaban frente a mí y yo ni me percataba. Yo soy así.

Pero regresando al asunto, personalmente me matan ciertos capítulos de Los Padrinos Mágicos, como esa vez que Timmy pidió no tener sentimientos porque cuando se tiró de un trampolín en la piscina de la ciudad, al salir se le cayó el vestido de baño y quedó en bolas frente a todo el mundo, incluyendo a su amor Trixie. Así que decidió no tener sentimietno alguno, y lo que me gusta de ese capítulo es que Timmy me recuerda a muchas personas que he conocido. Esas personas que tú les hablas y no te contestan, o son totalmente inmunes a tu sentido del humor (no me suele pasar mucho, pero me encuentro con gente así). Entonces son personas que me dan miedo!

Pasando por Los Padrinos Mágicos, tengo que nombrar algo que vino antes de eso, algo que hacía que las niñas fueran más tranquilas y menos alocadas: Las Barbies. Ok, eramos más tranquilas, pero no entiendo cómo es que no estamos más traumadas, porque esas Barbies son físicamente perfectas. Aunque lo bueno del asunto es que son unas malditas cabezas huecas. Pero era algo que estuvo muy presente en mi generación, y recalco que en mi generación, porque sucede que las niñas de ahora andan bastante en la onda de los videojuegos, el internet, los celulares y los Jonas Brothers.

Bien, lo admito, yo también pasé por mi etapa de los Jonas Brothers. ¡Es que Joe Jonas es tan guapo! Y les cuento que tienen unas canciones realmente buenas (“Take a breath” es perfecta). Así que mis cuadernos del colegio de hace dos años estaban forrados de negro (no logro superar el color negro en mi vida, es una obsesión que todavía tengo), y había impreso un montón de fotos de Sin Bandera, Los Padrinos Mágicos y Jonas Brothers. Que triste es estar en 6to año del colegio y tener en tus cuadernos escolares la foto de un Jonas Brothers en la portada.

La obsesión que más me duró fue la de Sin Bandera, y todavía sigue. Tengo los 5 CD’s, 3 tienen DVD, fui al concierto de ellos cuando vinieron el sábado 28 de octubre a Panamá (sección VIP), posters, entrevistas, todas las canciones inéditas, videos… antes tenía un portarretrato con la foto de Noel (el integrante de Sin Bandera) en ella. No tenía fotos mías y si tenía de Sin Bandera. Mi mamá estaba que se trepaba por la pared.

Mi bedroom Noelito

La que siguió, y es la que perdura, es el fanatismo mío por Twilight. ¿No han podido notarlo? Deben ser porque están ciegos. Mi blog está lleno de cosas de Twilight, fotos de Robert, bla bla bla. Ahora mi cuarto también está modificado. Esto es muy triste.

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Y, hey! No se burlen de mi pintura celeste. Es que recuerden que era nadadora, y lo pinté de este color porque me recordaba mucho al agua de la piscina.

En serio, las obsesiones son malas, pero jamás he podido evitarlas. Y después me pongo a hablar mal de las personas que acosan a otros seres humanos. O a animales. He oído por ahí que en el interior del país (las afueras de la capital), la gente y los animales… ya saben…

Bye!!

*Astrid A.*

viernes, 3 de abril de 2009

Mi lista de obsesiones, I parte

Ya saben que existe eso de: “Todo a última hora”, y la verdad es que soy la reina de dejar las cosas para el último segundo. Por eso no me había pasado por aquí.

Acostada el otro día, viendo absolutamente nada (debería decir que más bien estaba perdiendo mi maldito tiempo) me fijé en los afiches, las fotos, etc, que tengo en mi cuarto. Entonces me fijé que soy una completa enferma del carajo, que ha vivido su vida de obsesión en obsesión. Ha sido algo así como comprarme ropa nueva. Te dura un buen rato, pero después no te la vuelves a poner porque te compraste OTRAS mejores.

El recuerdo más antiguo que tengo de mi infancia sobre mis obsesiones (y les cuento esto mientras mi vecino tiene puesto un CD con canciones del mambo… MAMBO… que vecino más diverso tengo: de 50 Cent, pasando por música de bar gay, luego por reggae panameño, luego por música de discoteca donde la gente se “extaisea” –verbo proveniente de consumir éxtasis-, y después por música de diablo rojo. Y ahora mambo. OMG) es el de estar mortalmente traumada con Aladino y el cuentito de su alfombra mágica y el genio drogado. En serio, el man se la pasa dando vueltas por ahí, bailando, cantando, todo eufórico. Ese man se daba sus buenas dosis antes de entrar en acción en la película animada. Mi mamá todavía tiene un cassette, donde estaba grabada la canción “Un mundo ideal” (he escuchado la versión de esta canción por Ricardo Montaner) que salía en la peli cuando Aladin se transa a la princesa (que no sé que mierda hacía con un hombre dando vueltas por ahí en un medio volador de seguridad bastante dudosa) del castillo donde vive con su padre, el sultán que quiere casarla a la fuerza con un viejo verde asaltaincubadoras. Lo que quiero comentarles es que si mi madre no colocaba la canción en la radio/casetera y la cantaba, yo no me dormía. Se nota que es mi mamá y que tiene vocación de madre (y que tiene paciencia), porque yo no sirvo pa eso.

Fue una época bastante repetitiva, porque creo que para ese entonces fue que salieron bastantes de esas pelis de Disney: de la man que la madrastra la cogía de awewaa, y donde luego conoce un príncipe, al cual solo conoce una noche y ya queda caída por el muchachito. Como la conga se pierde, el tipo decide buscarla, y solo tiene un pinche zapato para poder hallarla (que vaina más loser, ahora solo tiene que meterse en Facebook). Las hermanastras, que son todas unas bitchs, se la aplican al estúpido príncipe (porque todo se lo cree), aunque por suerte, al final se les voltea la torta y todos viven felices para siempre! O la otra de un tipita que inspira la envidia de una bruja de mierda, que la hechiza dejándola nockeada por 100 años (o no sé por cuantos, ya ni me acuerdo). La única manera de que la man salga de su sueño profundo (yo creo que fue que se inyectó una alta dosis de heroína, junto con una buena caja de pintas –cerveza- y quedó hasta la guacha) es que venga un príncipe (¿es que acaso en ese entonces no se hacía nada más que dar fiestas en los palacios, montar en ponys y levantarse a las mujeres? Lo que necesitaban era televisión) a levantarla con un beso apasionado (estos cuentos son pa niños, pero más pornos no podían ser). Claro, también vivieron felices para siempre. Uno de los cuentos que más me traumó fue uno disque Rumspelstinki, o como sea que se escriba. El idiota ése solo le dio 3 cochinos días a la pobre reina para que adivinara su ridículo nombre. Pero, claro, la reinita se enteró (el bochinche a veces es algo bueno) y lo mandó pa la mierda.

También otra película Disney que recuerdo, y fue porque me hizo pasar pena, es El Rey León, porque lo vi con mi primita, mi hermana y mis padres un día en la casa, y cuando llegó la parte donde pasa de la nada una manada de… no sé, alces, que sé yo que eran esos bichos. El asunto es que la rata del hermano del rey león empujó a su hermano (creo que eran hermanos; si no, entonces eran pasieros –amigos) hacia el abismo, frente a los ojos del propio hijito del rey, y justo cuando la manada estaba pasando. Como es una peli para niños, no sé si lo que lo mató fue la caída, o que la estampida de animales se la sacó, pero yo lloré como una tonta, y todos en mi casa se burlaron de mí. Como cuando el año pasado fue al cine a ver “Soy Legenda”, de Will Smith (la de que él era el último hombre del mundo) y lloré cuando se le murió el perro (sorry por el spoiler).

Por ahí por esos tiempos también llegó a mi vida el anime. Para ser más específica, Dragon Ball (Z, GT, etc, etc), Caballeros del Zodiaco (al inicio creí que la sangre era de verdad) y Sailor Moon. Sailor Moon, ahora que tengo 17 años y que veo todo con nuevos ojos, fue la cómica más denigrante para una mujer que he conocido. Hey, las tipas no podían ser más pendejas; aún recuerdo las estupideces que les pasaban por culpa de la más tonta de todas, que era Sailor Moon (yo siempre fui Sailor Marte, porque era la menos imbécil).

Pero vamos, díganme si no recuerdan Pokemon. Por Dios, levantabas una piedra y te salí un cochino Picachu (o su idiota evolución, que lo único extra que hacía es que corría más rápido y te pegaba un corrientazo más fuerte). Uno soñaba, comía (y no lo digo literalmente, porque en serio de los Kachitos y esas cosas de picar te salían unos tazos, o esos circulitos raros que intercambiabas con los otros enfermitos de tu salón en primaria), bebía y hablaba de Pokemon todo el día; mi cumpleaños número 8 me lo celebraron en el McDonald’s y el tema fue de Giglipuf, que cantaba una canción (no era muy difícil de entender la letra de la song, porque solo tenías que repetir el idiota nombre del Pokemon 30 mil veces) y que formía a la people. Como Giglipuf era un Pokemon bien cabrón, cuando caías dormido cogía un marcador a prueba de agua y te dibujaba de todo en la cara. Yo mínimo, mínimo, la hubiera destripado y sacado los órganos.

film02

Bueno, al mismo tiempo de todo esto, salió el Nintendo, el super nintendo, el nintendo 64 y luego, un poco más adelante, el playstation. No crean, puedo ser mujer pero yo sí que birreaba los juegos de nintendo!

También para esa época (que rata soy, solo fue hace como 9 años) salió uno de los fenómenos que revolucionó al mundo (sigue haciéndolo): Harry Potter. Aquí encontramos a otro niño al que agarran siempre de estúpido, que vive con una familia que lo trata de la patada y que siente que no encaja en el mundo. En verdad, mandémosle un psiquiatra o psicólogo a toda esta gente. De la nada, le dan la magnífica noticia de que es mago, una vaina que yo hubiera dudado de una, porque sólo un drogadicto diría eso. Así que empiezan las aventuras de un niño rebelde (en eso sí que me identifico con ese mancito), que está constantemente marcado por el hecho de que en cualquier momento puede pelar el bollo (estirar la pata) por su recontra archienemigo Quien-tú-sabes… o sea, le tienen tanto culillo –miedo- al mago tenebroso ése que ni siquiera son capaces de decir su nombre. A Harry esa vaina de que le tiene que tener miedo a Lord Voldemort le da igual, porque el tal Lord ese no le mama el gallo a él. No seguiré hablando de esto, porque quizás spoilee a alguien y no es mi intención. Todavía tengo mis dudas acerca de cómo hace Harry y sus amigos para montar en las escobas. Soy mujer, pero sólo de ponerme en los zapatos de un hombre… wao!

Lo bueno de ese tiempo, mi tiempo entre primaria y secundaria, es que empecé a descubrir otras cosas: los hombres. Me encantaba el man de “Too fast, too furious”, Keanu Reeves en “Matrix”, entre otros. Esa fue mi diversión por un buen rato. Sé que puede haber hombres por aquí, así que seguro que en sus épocas ustedes estaban creyendo en Pamela Anderson o leyendo a escondidas “Playboy”… o haciendo cosas peores. Pero no entremos en detalles, yo soy menor de edad aún, recuerden.

Lo más seguro es que me esté saltando cosas, pero dentro de la rama del anime está también Ranma ½ e InuYasha. Ranma ½ era una cómica en la que el personaje principal, al andar de graciosito y creído saltando en bambúes enterrados enterrados en pequeñas lagunas de algún lugar en Japón, cayó en una de esas aguas, que lo conviertieron en mujer. Sí, mujer. Cada vez que le echaban agua fría, le salían adelante y le crecía un largo cabello rojo. Se regresaba a hombre cuando le tiraban agua caliente. Francamente es un anime para adultos, porque recuerdo que salía un personaje chiquito llamado Happosai, que iba a los apartamentos de las mujeres, a espiarlas mientras se vestían y robarles su ropa interior. La gracias de robar ropa interior todavía no la entiendo, pero me imagino que a un niño le resulta interesante robarle los panties a la mamá en la casa.

Por el lado de InuYasha, se trataba de un idiota man que era mitad humano, mitad demonio, que por ser humano no era aceptado en el mundo de los demonios, y por ser demonio no era aceptado en el mundo de los humanos; esto lo convertía en un maldito bastardo amargado, al que la vida le valía un carajo y todo le olía a mierda. Luego, se encontró con la man más inteligente y aprovechada de la aldea, que decidió morir cuidando una perla (no me extiendo mucho aquí, quizás luego se pierden). Pero de la nada llega a “esa época” una muchacha extremadamente parecida a la tipa muerta, de la que InuYasha medio se enamoró. Es una serie que el mayor tiempo de las veces vale bestia, porque trata de un amor no correspondido, o de un amor basado en un recuerdo. Le gusta la man que vino del futuro porque le gustaba la tipa que estiró la pata. Eso es ser VERDADERAMENTE cruel.

Por ahora, esto es un par de obsesiones; seguramente no creerán que éstas son todas.

Quiero darle a Kathy, de Apasionados por los Libros, y a Keysha, Chica Review, por la idea de abrir este espacio, donde mi mayor finalidad es que dentro de unos 20 años mis hijos se sienten frente la PC, y en vez de ver porno, se pongan a leer lo que escribió su madre un día. Bueno, me va a dar mucha vergüenza, pero será divertido. Y porque siempre mantienen perfecto su blog, con reviews, noticias y demás cosas (like Legend of The Seeker, HP, Vampire Diaries, etc) Las quiero, chicas! (Y no sé las reglas, saben que nunca me ha gustado seguirlas –irónicamente seré abogada dentro de un par de años).

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Bye!

*Astrid A.*