viernes, 27 de marzo de 2009

Hombres de la calle

El tema del que les hablaré hoy es muy extraño para mí; yo no logro entenderlo del todo. Hoy les contaré mis experiencias con los hombres. No, no piensen mal, coño. Lo que quise decir es que les contaré todas las estupideces y atorrancias que escucho cuando voy caminando por ahí.

Empezaré por los muchachos que empaquetan las cosas en el supermercado. Los manes son unos completos stalkers, y el asunto se pone peor en ciertos supers, porque hay tantos que pareciera que se reproducen como los peces. Yo no soy una man bonita ni nada de eso; es que podría jurar que ellos nunca han visto una mujer en su vida. Personalmente, yo empecé a odiar ir al super porque me daba miedo esos manes (antes amaba ir… ¡tanta comida en un solo lugar! Era como mi lugar perfecto). Así que yo procuro ir siempre al super mal vestida, con unos jeans espantosos y algún sweater enorme y horrible. Pero de vez en cuando me toca ir bien vestida y eso, y es como si entrara en bolas al lugar. Recuerdo perfectamente una vez que estaba haciendo la fila, y desde atrás se me acercó un muchacho, que se me pegó totalmente al cuerpo y me dijo al oído: “Hummm”… Yo quedé paralizada, pero ya saben cómo son esas cosas, todo sucede en cuestión de segundos.

También en mi lista tengo que mencionar a los trabajadores de las construcciones. No sé cómo es que esos edificios se mantienen en pie, porque ellos se desviven por ver a las mujeres pasando por la calle. El otro día iba por hacia la calle 50, y escuché a unos tipos que yo creo que estaban como en el piso 20. Más alto no podían estar. Lo más seguro es que me vieran del tamaño de una hormiga pero, repito, pareciera que nunca han visto a una mujer.

Otros son los random, los que andan caminando por ahí. Una vez, en una parada, se me acercó un man y me dijo: “Hola, muchacha, estás muy linda, ¿no te lo dicen siempre? ¿Ah? Eres muy bella... bla bla bla bla”, hasta que yo ya lo miré y le dije: “Ya, está bien, pues!”. Y él siguió y siguió hablando… y por fin, después de un buen rato, se fue. El otro día sí que me divertí bastante porque venía camino a mi casa y me crucé con un viejo que me dijo: “Así como tú son mis novias”. Y yo le respondí: “Ah, sí, claaaro”. No sé que hizo, pero yo me empecé a reír como loca por todo el camino (una mujer me miró con cara de preocupación). La pregunta del millón que me hago es por qué ellos creen que alguien como yo les haría caso. Quiero decir, ¿es que acaso ellos confían en que les hable, los mire o los determine? Hello, son gente de la calle, la gente normal no anda hablando con cualquiera que se cruce en su camino…

Está la clase de hombres montados en carros, camiones, mulas y buses; prácticamente se salen de la ventana sólo para gritarle algo a una mujer. Una de las veces que estuve en Chitré para competir en natación (no fue la vez de la araña/tarántula) iba de camino al hotel con mi papá y un tipo en un carro nos gritó: “Cuídela bien, suegrito!”. Qué pena, casi se me cae la cara de la vergüenza –como si hubiera sido yo la que lo dijo. Hace una semana dos hombres en una 4x4 negra me siguieron tooodo el camino, solo diciéndome que me quitara los lentes para “conocerme mejor”. JA! Es como si creyeran que yo fuera a hacerles caso. Pero el peor de los casos míos del día de hoy me ocurrió cuando estaba en una carrera por allá por Albrook (lugar que queda cerca del área del Canal de Panamá) e iba corriendo casi sola por una calle de puras residencias. Andaba en eso, con mis pantalones cortos y mis clásicos lentes oscuros, cuando se me acercó un carro con 4 tipos adentro. El auto se mantuvo totalmente a mi velocidad; iba a la par mío. No me acuerdo con exactitud de sus palabras, pero yo tenía mucho miedo, porque MUY fácilmente me hubieran pegado, que sé yo, y me hubieran montado en el carro, porque no había nadie viendo en ese momento. Yo no sabía qué hacer: si detenerme y acercarme a una casa o seguir y arriesgarme. Por suerte, unos 5 minutos después, aceleraron y con ellos se fue mi pánico. Fue una experiencia horrible, y espero que nunca me vuelva a encontrar tan sola así como para sentir que mi vida puede correr peligro. La única ventaja que puedo sacar de todo esto, es que tengo la suerte de siempre encontrar taxistas que me lleven donde sea (aquí en Panamá hay una maldita costumbre de que ellos no te llevan a ningún puta lado; es una manía que han agarrado últimamente). Bueno, no, hubo una ocasión en que le saqué todo el jugo a la naranja. Cuando fui a comprarme un café tamaño grande en Dunkin Donuts, el dependiente mínimo se le salía la baba (pobre idiota). Le pedí un café grande (cuesta como 2.75 o más… creo que cuesta más de 3.00) pero como andaba en la China –o quizás para hacerme un gran favor- me cobró el precio de un café chico. Yo me di cuenta de una vez, pero por supuesto que no dije ni un carajo –ni que fuera tan pendeja como ellos. Pero le sonreí al muchacho; muy amable de su parte.

Hay una anécdota muy interesante, en la que yo estaba montada en una bicicleta, con casco, zapatillas, pantalón corto y un sweater ancho, y pasó un camión y casi se sale por la ventana el tipo. Yo todavía no entiendo la razón por la que el man hizo eso, porque es imposible ver algo cuando yo tenía un espantoso casco sobre mi cabeza y una blusa horrorosa que me quedaba enorme. Pero esto confirma mi teoría de que nunca han visto una mujer.

He visto a varios hombres torpes y estúpidos: mi vecino se tropezó en las escaleras del edificio sólo por andar mirando –pobre, casi rueda escaleras abajo. Otro tipo un día se estaba tomando una soda, y al querer decir alguna anormalidad se atragantó con la bebida (pobre imbécil). Uno se medio estrelló con una puerta al tratar de entrar a un almacén en el mall. Desgraciadamente para mí, casi se me cae un café por andar lujuriando a un chico guapísimo, así que ese día tomé un poco de mi propia medicina.

Para comentarles un poco de lo peor de lo peor, un día caminando por otro mall con unos parientes y amigos ticos, tuve que detenerme porque los que venían en dirección contraria a la mía no se quitaron del camino, como yo pensé que iban a hacer. Lo que pasó es que el más grande de todos, un muchacho flaco y alto, se me acercó taaanto, que todo su pecho quedó recostado en el mío y su pierna contra la mía. Fue algo asqueroso y perturbante, que lo único que logró es que yo me quedara quieta y en shock. Me dijo que qué rica estás o algo así, y después siguió caminando con sus amigos. Nadie con los que yo iba lo vio, y no fue como hasta varios segundos después que pude empezar a gritar palabras sucias, pero ya ellos se habían ido. O cuando iba subiendo a un bus y el pavo (el pavo en Panamá es un man que se para en la entrada y es el encargado de “gritar” las rutas del bus… realmente, no hace más nada) me agarró por la cintura y cuando yo empecé a voltearme para encararlo me soltó. Como el bus se jamaquea tanto, yo fue directita a sentarme, pero al principio creí que me lo había imaginado, hasta que en una de esas pillé que el iweputa me estaba mirando por el espejo del bus. Y cuando me bajé me gritó un poco de cosas. Maldita sea, yo tengo un problema con esas clases de asuntos, ojalá nunca me pase nada malo.

Un muy buena que le conté hace un hora a una amiga (Key) fue que cuando yo tenía 15 años, había un hombre de 30 años, que trabajaba en el trabajo de mi mamá, que me acosaba. No quiero exagerar diciendo que me acosaba sexualmente, porque sé que hay mujeres que le han pasado cosas horribles; además, en mi caso yo no me negaba. Les sonará raro, pero a mí hasta me gustaba la cosa. HEY! pero compréndame, gente, el tipo se veía bien, tenía plata, un BMW y dos apartamentos. El muy idiota se la pasaba mirándome, y una de las cosas que me dijo por primera vez es que “yo tenía cara de niña pero cuerpo de mujer”. Jajajaja… O la clásica es que me soltara el cabello, ya sea que lo tuviera agarrado con una cola o un gancho. Pero las cosas más divertidas (que cualquier madre encontraría altamente perturbante) es que me preguntaba que cuánta edad tenía, y cuando le decía que tenía 15, él me contestaba de vuelta: “Ok, dentro de 3 años hablamos de nuevo”. Un buen sábado, me contó su propia anécdota personal en la que él se encontraba en una fiesta en una casa en Coronado (lugar cercano a la playa del mismo nombre) cuando conoció a una linda chica. Al día siguiente, ella le dijo que tenía que irse pronto, porque tenía tarea que hacer. Él le preguntó: “¿Estás en la Universidad?”, y ella le respondió: “No, estoy en la escuela”. “¿Cuántos años tienes?” “14”. Y de esa manera él me recordaba que no le importaba la diferencia de edad (y que a mí tampoco me tenía que importar). De la nada ese man también llegaba y me hacía masajes en la espalda. En serio que ese hombre estaba medio mal. Y me quería juntar con su hermano de 24, porque dice que así los dos –su hermano y yo- íbamos a quedar a la par. Sólo duró 3 meses en la oficina; luego mi mamá lo despidió. No creo que supiera algo de esto, aunque sé que ella no es estúpida. El único comentario que mi madre me dijo de él fue: “Cuando ese tipo anda cerca, no le prestes atención porque habla mucha mierda”.

Ya ven cómo son las cosas por acá en mi extraño mundo. Pero esto no lo hago por querer creerme o algo así, sino porque la mentalidad masculina no la entiendo. ¿Qué ganan haciendo todo esto? Para mí es algo incomprensible.

Cuídense, chicas!

BYE!!

lunes, 23 de marzo de 2009

Viva la venganza!

Recapitulando un poco lo que me pasó en mis años de nadadora, triatlonista y atleta, casi me pisan dos carros (como si los carros pisaran y los humanos atropellaran), casi pierdo el estómago por una botella con instintos homicidas, casi muero electrocutada dentro de una piscina (nada mejor para conducir la electricidad), casi me asfixio con un chicle delicioso, casi me quedo viviendo en Costa Rica (o casi me asesina mi mamá) y casi muero de vergüenza por mi caída en el triatlón. Suena como que no me ha pasado nunca nada.

Esas idas a Costa Rica fueron muy divertidas y altamente interesantes. Si mal no recuerdo, asistí a 6 competencias, entre San José y Heredia. En uno de esos viajes por carretera, una de las ruedas del bus se pinchó y tuvimos que parar por ahí y esperar que el chofer pudiera, bueno, no sé que hizo, supongo que repararla. Es que los detalles no me los sé, ni que yo fuera mecánica. El asunto es que llegamos como a las 9 de la noche a la frontera, y por supuesto, ya estaba cerrada, así que tuvimos que quedarnos a dormir allí hasta la mañana siguiente. Fui con unas amigas a un restaurante, comimos, etc, etc. Cuando regresábamos al bus, se nos atravesó un man. Un piedrero (un piedrero es un pordiosero). El tipo llevaba un machete en la mano y venía hacia nosotras. Empezamos todas a gritar y corrimos de nuevo hacia atrás como si nos persiguiera el diablo. Por suerte nos encontramos a uno de los papás que viajaban en el bus, y él pidió refuerzos (entre esos se encontraba mi papá). Tengo una imagen en mi mente que es bien divertida, porque recuerdo a mi papá con varias piedras en la mano, amenazando al borracho ese… Ya creo que alguien se atreva a amenazar a un drogadicto que tiene un machete en la mano.

Así que sumemos la de que casi muero descuartizada en mil pedacitos.

Un fin de semana que asistimos a Chitré (una ciudad que queda como a 5 horas de la capital, donde yo vivo) a otra competencia, mi papá y yo nos quedamos en la casa de una de mis compañeras de natación. Estar en una casa que no es la mía no supone gran problema para mí, pero desde ese día sí que lo fue. Cuando estaba entrando a la ducha esa noche, me llevé el peor susto de la historia. Apenas cerré la puerta y abrí el grifo, vi que en la mismísima puerta estaba pegada la araña/tarántula más grande del mundo. Puede que mienta, me imagino que fue porque no había mucha luz y la sombra la hacía más gigante. ¿No les he contado que sufro de bichofobia? Pero es una fobia horrible; cuando estaba de Servicio Social en Bocas del Toro (provincia que queda a 9 horas de la capital) y nos empezaron a llover cocorochos apenas se apago la luz principal (son como unos escarabajos chocolates, horribles y asquerosos que hacen una bulla espantosa y que son bastantes grandes) yo me eché a llorar, estaba temblando, sudando, con fiebre… es que esos bichos se ponen alrededor de la luz, y como la apagamos, como que se volvieron locos. No interesaba si tenía 3 mantas encima, igual sentía cuando me caían encima, y casi me muero. También lo peor que me ha pasado respecto a los bichos es que un día de vacaciones escolares encontré algo así como un escarabajo en el pasillo de mi casa. Llamé a mi tío, que andaba por ahí, y él le echó Baygon, que lo único que hizo es que se volviera loco. Por lo tanto, hui despavorida de la escena del crimen, detrás de mi tío. El problema consistió en que mi tío se encontraba caminando, y yo corriendo detrás de él, empujándolo para que avanzara más rápido. Y allí fue cuando sentí que me golpeaba un dedo del pie derecho, así como cuando uno se golpea contra un mueble, o contra la pata de la cama. Pero la cosa es que el dolor jamás se fue. Eran las 9 de la mañana, y yo estaba en la cama, llorando (el dolor era horrible). Mi papá llegó una hora más tarde y como vio que mi tío estaba medio raro, le preguntó que qué era lo que le pasaba. El muy desgraciado bochinchoso (chismoso) le dijo que yo estaba en mi cuarto llorando porque me había encontrado con un bicho. Mi padre llegó todo furioso a mi cuarto, gritándome que ese bicho era más pequeño que yo y que era él el que tenía que tener miedo de mí. Lo callé diciéndole que qué mierda creía que pasaba, que yo no estaba llorando por ningún puta bicho sino porque me pegué duro. Dijo: “Ah” y salió de mi cuarto. A las 12 del mediodía (3 horas después) yo seguía en mi cuarto. Tenía todo el pie hinchado, desde los dedos hasta el tobillo, y el dedo… estaba morado, verde, rojo e hinchadísimo. Recuerdo que me dio por salir como a las 11:00 am a decirle a mi papá que tenía el dedo muy raro, como si estuviera roto, pero él me dijo que me pusiera hielo y que no jodiera, porque la culpa la tenía yo, por estar huyéndole a un bicho estúpido. A las 12:30, después de echarle un vistazo a mi pie, decidió llamar a mi mamá.

--Oye, ¿sabes lo que hizo tu hija? Salió corriendo porque vi un bicho… Sí, si, como siempre hace… aja, dice que Rommel (*mi tío*) iba a matarlo y ella salió huyendo… Creo que sí, supongo que lo echó a la basura… Cuando llegué estaba llorando… Exacto, llorando… Ya la regañé, sí… Bueno, ella dice que no fue por eso, sino porque se golpeó… yo que sé con qué, pero fue por andar corriendo en la casa (*CORRIENDO EN LA CASA!! Ok, se me olvidaba que yo vivía en una mansión de 3000 kilómetros cuadrados*)… parece que está rojo, por eso te llamé… ¿pero yo por qué? Ella es la que está chillando… Ahora, por culpa de ella, vamos a tener que gastar 100 dólares en un doctor, otros 100 más en una radiografía y quien sabe que mierda más vamos a tener que pagar (*200 dólares… no sé en que país vive mi papá, porque yo tengo seguro social*)… ven tú a buscarla, lo más seguro es que solo sea pura estupidez, ya vas a ver…

A la 1:30 de la tarde estaba donde una ortopeda, que me mostró las placas de mi pie, donde se veía perfectamente que mi dedo estaba rajado, no quebrado, sino que el hueso tenía una fisura de lado a lado. Pero según mi papá yo no tenía nada. Seguro que no tenía nada porque es que no era su pie. La doctora me preguntó que cómo me aguanté tanto dolor, y yo solo miré a mi mamá, que estaba que echaba chispas. Pero no por mí, sino por mi papá. A las 4, ya estaba en mi casa, con un vaina en los dedos, que me lo inmovilizaba totalmente (no podía utilizar yeso, dice que con eso no iba a sanar bien). Tenía que usar eso por 6 semanas, y recuerdo que dejó de dolerme como unos 3 meses después. Es que la fisura fue horrible.

Pero lo más divertido de esto fue la que se formó en mi casa esa noche. Mi mamá empezó a gritarle a mi papá que qué clase de padre irresponsable era, qué era un pendejo por no darse cuenta de las cosas, que era un maldito egoísta que sólo ve su dolor… ah!!!, nunca me reí tanto como ese día. Todavía hoy, 4 años después, le reclamo a mi papá el que me haya dejado 4 horas con un dedo roto.

Un día vi por ahí esta frase: Haz cosas buenas, y cosas buenas te pasarán. Haz algo malo y esto regresará para atormentarte. Cuestiones del karma. La venganza es linda y satisfactoria.

El año pasado llegué a mi casa y mi tío me dijo que había comprado comida de afuera, porque mi papá estaba tirado en la cama. Me acerqué al cuarto, y vi que él se encontraba vuelto una pelotita. Bueno, se va a morir y no dejó hecho el testamento, pensé. Mientras estaba comiendo, mi papá se acercó al comedor y me dijo: “Oye, Astrid, me siento muy mal, me duele el abdomen”. Y yo, recordando todas las cosas que NUNCA hizo respecto a mi salud (es un tema para otro post otro día), le contesté: “Eso es problema tuyo”. UHHH! Amé su cara cuando me gritó: “CHUCHAMADRE, NO ME HAGAS CASO PUES!”. Cuando se metió a su cuarto de nuevo, empecé a reírme como loca. 1 minuto después llamaron a mi casa, y cuando agarré el teléfono, era mi mamá, que me dijo, muy suavemente (en serio, fue con una voz normal), que mi padre le había dicho hace un rato que me negué a ayudarlo. Le recordé que él me dejó 4 horas con un dedo roto, entonces mi madre dijo que si él me pedía que lo llevara al médico, lo acompañara. Cuando mi papá salió de nuevo y me dijo que me cambiara, me tomé todo el tiempo del mundo, hasta me puse a cambiarme de carteras, de una roja a una negra, para que me combinara con el sweater negro que demoré, por muchas casualidades de la vida, como unos 5 minutos en elegir con el jeans que, también, demoré un buen tiempito eligiendo. Ah, y el reloj y los aretes y las pulseras, y el color de la cola y en cerrar las ventanas, y elegir unos zapatos y en arreglar mi cuarto y en lavarme los dientes. Lástima que no pude limpiar la casa antes de salir, aunque ganas no me faltaron. La venganza es linda y hermosa. Resultó ser disque unas piedras en… ¿es en los riñones? Creo que sí. Pero una hora después de llegar, el dolor ya se le había quitado. Por cierto, su problemita de salud costó un dinerito; el mío no costó nada.

Pero estaba contando lo de la araña/tarántula chitreana (de Chitré). Cuando vi eso, quedé sin aire. Imagínense, yo en cuera con una araña en el baño. Y además, ella estaba en la puerta, así que no podía escapar. Pude abrir la puerta sin que ella se moviera, y salí gritando como loca, por toda la casa, en toalla, que había una araña en el baño. El señor de la casa la mató como en 2 segundos. Le pareció de lo más chiquita.

Entonces ahora añadamos la casi muerte por picadura de una araña/tarántula casera.

Bye! =)

miércoles, 18 de marzo de 2009

Mi vida deportiva, III parte

(Si eres nuevo, lee de abajo hacia arriba; y nada de burlarse de mis magníficos dibujos).

El viernes pasado fue viernes 13… algo que me hizo recordar los dos mejores viernes 13 de mi vida.

Uno de ellos fue cuando estaba en San José, Costa Rica, hace unos 6 años atrás. Tenía como 12 años, pero estaba feliz porque iba con unas compañeras de la piscina e iba sin mi papá. Íbamos de lo más normal, buscando cómo llegar al mall, cuando cruzando una calle, ocurrió. Yo siempre soy la más lenta para todo; cuando alguien hace un chiste, suelo quedarme en la etapa “loading” por un buen rato. Imagino que el mecanismo de mi cerebro hace la misma bulla que mi power supply iraquí. Pero en fin, el asunto es que iba a mitad de la calle (una simple y estúpida callecita de pocos metros de ancho) cuando vi que una 4x4 tenía intenciones de girar hacia ella. No había ningún problema con eso, porque igual yo ya estaba a un par de pasos para llegar a la acera. Por supuesto, conmigo nada es así de sencillo. Resulta que el conductor del carro (todo esto se los cuento porque por cosas de la vida, existen momentos en los que todo pasa a cámara lenta) venía hablando por celular.

Les dejo una pequeña y espantosa imagen, para que entiendan mejor:

Dibujo

Ok, era broma.

Dibujo2

Tenía que girar hacia su derecha, la calle que YO estaba cruzando, y estaba agarrando su celular con SU mano derecha. Intenten girar un carro grande hacia la derecha sin usar su mano derecha (digo que lo intenten ustedes porque yo no tengo carro ni sé manejar; deduzco que la mayoría de ustedes sí saben). Buena ésa. Por lo tanto, el desgraciado aceleró y, en vez de dar la curva en el ángulo correcto, se acercó demasiado a la acera. Se acercó demasiado a MÍ. Y esto fue lo que sentí.

Vi que ese hijo de puta venía hacía mí; para ese entonces estaba en segundo año en el colegio, así que aún no daba física, pero se nota que yo estaba predestinada a suckear en esa materia porque mis cálculos mentales en esos dos segundos fue que el imbécil no me iba a pasar cerca. Grave error. Cuando el carro siguió avanzando en la curva, unos centímetros más, estaba completamente frente a mí, así que lo que hice fue “acelerar” (¿Cuánto carajo uno puede acelerar en un segundo?) e impulsar mi cuerpo hacia la acera, algo así como en Matrix. No, ése no, fue un mal ejemplo. Pero igual, cuando pisé la acera, el retrovisor (espejo de afuera del carro) me pasó a pulgadas de la cabeza, en serio. Tan cerca, que yo podría jurarles que por un momento creí que la llanta me iba a pisar la zapatilla o algo así. Por suerte, nada me pasó, sólo que todo el mundo se dio cuenta y se empeluzaron a otro nivel (nadie pregunte qué es empeluzar, es una palabra inventada. Por mí, claro, claro). La gente quedó traumada (no más que yo, que quedé en shock por bastantes horas) y deduje que todo ocurrió porque era viernes 13. Y porque el manejo en Costa Rica, chucha, sí es violento. Y yo que creía que en Panamá manejaban mal.

El segundo mejor viernes 13 de mi vida fue aquí en Panamá, hace varios años también, cuando iba con mi padre camino a la piscina, que queda a 5 minutos de mi casa. Los alrededores de ese lugar lo usan como entrenamiento para las personas que están aprendiendo a manejar, ya sea independientemente o a través de una empresa que brinda esos servicios. Íbamos él y yo lado a lado, sobre la acera. Unos metros más en línea recta, y después virábamos hacia la derecha, y seguir hacia la piscina. Miren:

Dibujo3

El carro detenido estaba allí porque, como les dije, esas personas están aprendiendo a manejar, y me imagino que le estaban dado instrucciones antes de que arrancara de nuevo (menudo lugarcito para pararse a regañar a alguien). El otro carro es el problema. Más o menos a esa distancia estábamos mi papá y yo cuando vimos todo lo que sucedió.

Vino otro maldito anormal (hay muchos por ahí sueltos) a entrar a los estacionamientos, pero por algún motivo, aceleró. Era una persona aprendiendo a manejar. Les cuento lo que le sucedió al muy idiota. Giró hacia su izquierda tan, pero tan cerrado, que chocó el carro detenido, y cuando digo chocó es que se escuchó un estruendo de los mil demonios, porque rayó totalmente y abolló el carro. Entonces, ante esto, perdió el control del carro, acelerando más y alejándose hacia su derecha para no seguir abollando el otro carro. Otro grandísimo error, ya que por tratar de hacer algo interesante lo que hizo es que se subió a la acera, a toda velocidad como venía. Y adivinen qué!! Por supuesto, el carro venía directamente hacia nosotros dos. Directamente. De frente. Ante nuestros ojos. Cuando habíamos escuchado el estruendo y vimos lo que estaba haciendo el carro, mi padre y yo nos quedamos paralizados, no por andar vidajeneando (en Panamá es como andar viendo las cosas por pura awewason de uno, para después estar chismoseando sobre eso) sino porque, bueno, no todos los días uno ve un estúpido que choca un carro estacionado. Pero nunca contamos con que se fuera a subir a la acera. Así que cuando mi papá vio ese carro venir, me agarró del brazo (más tardecito pude mostrarles a todos los 5 perfectos dedos marcados en mi piel) y me haló hacia atrás. Sólo un paso. Gran vaina, pero bueno, algo es algo. Cuando el carro pudo frenar, quedó a un metro aproximadamente de nosotros. Uno. Más o menos lo juro, y digo esto porque no tengo una cinta métrica conmigo a cada rato para andar midiendo vainas. El tipo se bajó del carro y ni siquiera nos miró. O sea, casi nos mata, o nos rompe la cabeza y nos saca el cerebro, pero nooo!! aquí no ha pasado nada. Me aplicaron la de la invisibilidad. ¡Ven como esto se me aplica en los momentos que no se debe aplicar! Como iba diciendo, el pendejo de mierda ese fue directamente caminando hacia el otro carro, y la única idiotez que se me pasó por la mente, la expresé en voz alta: “Papá, vámonos de aquí, este man va a sacar una pistola”. Sí, por supuesto, como si yo tuviera visión rayos X. “Vámonos”. Como a Astrid nunca nadie le hace caso (ese es otro cuento que les cuento otro día; es bien divertido –para ustedes, mas no para mí), mi papá me siguió agarrando y me gritó: “CÁLMATE!”, algo que hasta el sol de hoy considero de lo más injusto, puesto que casi me achurra un carro y estaba en mi pleno derecho de que me diera algo. “CÁLMATE YA!!”. Lo único que hice fue callarme, para ver si se dejaba de esa mierda ya de que me calmara y nos íbamos antes de que los dos tipos empezaran a tirarse bala. Todavía sigo sin entender por qué en ese momento pensé que se iba a formar un tiroteo, porque la verdad es que, mientras caminábamos rumbo a la piscina, que ya ven que estaba ahí mismo, tuve un vistazo de los tipos (mis ojos estaban aguados por las lágrimas) que simplemente estaban hablando. Nada de pistolas ni cuchillos ni granadas ni lanzallamas (aja, Isaac).

Shock total por varios días, y cuando llegué a mi casa y se lo contamos a mi mamá (ambos acabaron muertos de la risa burlándose de mi casi patatus; nunca le encontré lo divertido al asunto) me percaté que ese día era viernes, y 13, al igual que lo había sido en Costa Rica.

Creo que no me debería extender mucho (ya van dos cuentos y no puedo agotar, aunque creo que yo soy algo así como un pozo sin fondo de anécdotas y atorrancias) pero tengo unas ganas de contarles lo que me hizo un día una botella de Gatorade (no sean malpensados, por favor, por aquí hay menores).

Un jueves, día previo a una competencia de natación, estábamos todos los nadadores en la piscina, hablando y todo eso, luego de que el entrenamiento había acabado. Como buenos ociosos que éramos, a un inteligente se le ocurrió jugar futbol, pero nadie había traído balón. Pero repito, era tan inteligente que decidió llenar una botella de Gatorade que había por ahí con agua de la piscina, para poder darle un poco de peso y que se asemejara más a una pelota de fut.

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Éramos como 10 seres humanos irracionales (de diferente edad: desde 10 años hasta 20) los que estábamos ahí y los que aceptamos jugar ese estúpido juego. Nos pusimos en posición y todo iba bien, hasta que me fijé que una amiga, que ocupaba una posición a mi derecha, tenía los cordones de las zapatillas desamarrados. La llamé y le dije: “Hey, Ali, amárrate los cordones man, no vas a querer sacártela”. Y, de nuevo, todo se puso en cámara lenta. Creo que ya cabreo con mi super slow motion. Cuando miré hacia al frente, donde se suponía que “andaba” la pelota de futbol alias botella de Gatorade, un compañero mío, alto, alto, de unos 18 años, estaba pateando la disque pelota. Quiero decir, vi el movimiento exacto de su pierna sobre la maldita botella. Cuando su pie la tocó (cosa de un par de segundos), la vaina esa de mierda vino directamente hacia mí (el golpe de su pie produjo un fuerte PLAF!) y me golpeó en el estómago con otro fuerte BUM!. Una botella de Gatorade, de 500 ml más o menos, a esa velocidad…. no hay que ser muy físico para saber que Velocidad= distancia/tiempo= un golpe muy, pero muy fuerte. Cuando llegó el golpe, me sentí como si me hubieran pegado un balazo (como me han pegado muchos, mínimo soy narco); me agarré la pobre pancita con las manos y caí de rodillas al suelo. Mi compañero salió corriendo hacia mí, mientras los otros también me rodeaban. Cuando llegué al suelo (con un buen golpe en las rodillas, debo decirles. El colmo, estómago golpeado, rodillas jodidas. Seguro que ése no era mi fuckin día), puse mis manos también en el suelo, y se me salieron las lágrimas. En serio, la situación me daba risa, y me estaba riendo, pero también estaba llorando. Mi amigo daba vueltas a mi alrededor, diciendo: “Soy un estúpido, todo me pasa a mí, siempre todo me pasa a mí”. Como si fuera él el que resultó impactado por una botella voladora. El juego se canceló, por supuesto, y cuando nos encontramos a nuestra entrenadora a la salida (siempre hay un bocón que cuenta las vainas) se puso súper brava, porque necesitaba que todos estuviéramos en óptimas condiciones para la competencia del día siguiente, y más claro que el agua que yo no estaba muy bien. Todavía andaba sin aire.

Más nunca se dio eso de jugar con una botella llena de agua (es un instrumento muy poderoso para matar a alguien; se los recomiendo, pueden darle un buen susto a algún idiota que los moleste en la escuela o les quite el dinero de la comida. Es preferible un Gatorade a un martillo). Al día siguiente, se exhibía ante todos (como si yo fuera un museo) el hematoma verde con morado de mi piel.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. –Gabriel García Márquez

La mejor descripción de mi vida. Amo a este señor.

Bye!!

lunes, 16 de marzo de 2009

Mi vida deportiva, II parte

¿Qué sentirían si quedaran desamparados en un lugar desconocido? Si no saben, pregúntele a mi mamá, que estuvo así de cerca de pegarse un tiro o de dejarse achurrar por un carro hace 9 años. Claro, todo por mi culpa.

En mi casa sucede algo interesante: se dañó la tostadora. Astrid tiene la culpa. Un pájaro llegó al balcón y cagó una cortina que estaba secándose de lo más linda en el balcón (vivo en edificio). Culpa de Astrid, no lo duden. Se descargó la batería del celular de mi papá. Obvio que es culpa mía. A la computadora de mi mamá, de su trabajo, o sea, una oficina que queda como a 5000 kilómetros de mi casa, se le metió un virus. Fue Astrid. Ya hasta se pasan; se acabó el shampoo, y dicen que yo tengo la culpa por no avisar (yo tengo mi propio shampoo y tengo que vigilar el de los demás, aja). Si ocurre un terremoto en Colombia, Clau, ya sabes, yo tengo la culpa.

Como iba diciendo, en noviembre del 2000 íbamos mi madre y yo en una bus hacia Costa Rica, porque yo iba a participar en una competencia de natación. El bus era alquilado; lo que quiero decir es que iban puras personas conocidas, los nadadores con sus padres. Como solo lo conducía un chofer (siempre son dos, es un viaje de 15 horas más o menos) parábamos en la madrugada a cada rato, porque, en serio, había que evitar que el man se durmiera. Si no hubiéramos parado tanto, hoy no estaría contándoles esto. En una de esas tantas paradas, nos bajamos en un restaurante en pleno Cerro de la Muerte a las 4 de la madrugada; para el que no sepa, el trayecto después de cruzar la frontera Panamá-Costa Rica es bien complicado, porque es pura montaña y hay mucha neblina. El asunto es que mi mamá me dijo: “Astrid, ¿necesitas ir al baño?”, y yo le decía que no, no tenía ganas de hacer pis. Después de un buuuen rato, le dije que ahora sí que tenía ganas (me había tomado una Coca-Cola), así que fuimos.

Cuando salimos, no había bus. Desapareció. Missing. Lost. Salieron sin nosotras.

A mi mamá casi le da. Pero casi, casi le da una apoplejía. Se puso como loca, empezó con una sarta de palabras sucias que yo nunca había escuchado en ella (es una señora seria, no es como yo). Por supuesto, teníamos dinero panameño, no teníamos maletas, absolutamente nada. Ni siquiera piensen en los celulares, recuerden que para ese entonces eran unos bloques de 40 kilos con los que podías matar a cualquiera. Y ay de que se te cayera sobre un pie. Así que nada de llamaditas, el roaming era algo del futuro (de a vaina existía la computadora). Mi madre se acercó corriendo a un taxista tico que andaba por ahí, y él, muy respetuosamente (el trato al público tico es idéntico, idéntico al panameño; si pudieran, aquí en Panamá te tirarían la comida en la cara o te escupirían. Es en serio, poco les falta por pegarnos. Yo llego al un almacén y pregunto por algo, y es como si les aventara la madre; es una de peores cosas que tiene Panamá), le dijo a mi mamá que por X precio, le daba alcance al bus.

Pero en eso, vimos un bus gigante acercándose, y resultó ser el nuestro. Como si nada hubiera pasado, y como si el incidente hubiera sido la broma más graciosa del mundo, el chofer abrió la puerta y dijo: “¿Qué, pensaron que las habíamos dejado? Sólo salimos a dar una vuelta”. Si las miradas mataran, ese señor estaría hoy como a 50 mil metros bajo tierra.

Pero Costa Rica resultó ser muy interesante: tuve ciertos problemitas eléctricos en la piscina. Y digo eléctricos, porque la piscina tenía focos a ambos lados que pasaban electricidad, y no miento. Que me parta un rayo si digo mentiras. …. (Astrid, Astrid, ¿estás bien?... Oh my God, está tostadita!!)…

Ok, prosigo. Estaba de lo más cansada, helada y jodida (la temperatura y la altura tica hace estragos en una persona que viene de vivir al nivel del mar como yo) cuando me recosté al borde de la piscina, tratando de recuperar el aire. Yo soy de esas personas que el simple hecho de abrir la puerta del carro, recibe un corrientazo. O agarrar el mouse de la computadora. O el colocarse al lado de una persona en las escaleras mecánicas (¿a nadie le ha pasado? Hace 5 años tenía a mi primita en brazos, en las escaleras mecánicas del aeropuerto, y casi la dejo caer porque me pegó EL corrientazo del siglo; que bien que mi tía no me vio, sino me hubiera desheredado o me hubiera pasado un carro por encima). O agarrar una carretilla en el supermercado. O mandar un mensaje de texto estando el celular conectado a la computadora. O prender la computadora. O tocas la pantalla. O subirle el volumen a las bocinas de la computadora. O conectar un USB al puerto USB (no mira, al tomacorrientes!). Toda mi vida me he considerado una persona negativa, o positiva, qué se yo, recuerden que me quedé en física. Por lo tanto, cuando sentí una sensación rara en la pierna, creí que era un niñito que me estaba molestando. Pero mire hacia abajo y no vi nada. Luego creí que era una hoja de un árbol, pero tampoco. Hasta que me percaté que era el foco cercano a mi pie. Como buena ser humana que soy, fui lo suficientemente imbécil como para poner la mano encima del foco; que buena descarga me pegó. Pero eso no es todo. En el partidor, ya saben, el lugar donde parten los nadadores (nooooo!), estando dentro del agua (les pongo la picture, pa que sepan)

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sentí lo mismo pero en mis manos. Por suerte, esta vez sí que no era locura mía, porque resulta que la cosa azul estaba eléctrica y todo el mundo empezaba a hacer bulla. Al inicio pensé que era awewason mía, pero entonces vi que una de mis compañeras hacía sonidos raros y muecas extrañas.

La anécdota de la electricidad está contada. No pregunten por qué carajo dejaban que en el agua hubiera problemas eléctricos; supongo que la respuesta de los organizadores hubiera sido la misma que la del recepcionisto del Idaan, la empresa del agua en Panamá. Me imagino que como ellos no eran los que estaban en la piscina, entonces no le interesaba lo que nos pasara a nosotros.

La del chicle es bastante corta y estúpida: andaba para ese entonces muy obsesionada con los chicles de canela “Big Red”, y me masticaba al día como 5 de ellos. Claro, cuando llegaba la tarde y tenía que ir a la piscina (yo iba los 5 días de la semana, de 4:00pm a 8:30pm; ya ven cuando les digo que era una muy buena niña) no quería separarme de mis deliciosos y preciados chicles. Era muy rebelde (todavía lo soy), así que entré a la piscina mascando mis chiclecitos. Sólo habían pasado como 5 minutos, cuando me tragué el chicle por accidente, en una de las respiradas (hello, no soy pez ni mantarraya, necesito respirar aire). Pero ése no es el problema; todo el mundo ha tragado chicles en su vida. La vaina es que se me quedó atorado en la garganta. Ya se imaginarán la imagen mía: yo, debajo del agua, con las manos en la garganta, moviéndome como si fuera un títere. Hasta que de la nada, el chicle salió. Entonces, como sucede en las películas, todo se volvió cámara lenta y salí a la superficie. Respiré. Wao, hasta se me aguaron los ojos; en serio que me estaba ahogando. Aunque, claro, nadie me vio. NADIE! Resulta que a veces soy invisible, como cuando estoy en la fila para comprar algo en el súper, y viene alguien y se me cola. Pero no me torné invisible cuando fui a pedirle un autógrafo a Noel y los gorilas que lo estaban cuidando no me dejaron pasar.

De vez en cuando me dicen que mi vida es interesante; pero yo quiero que ustedes le echen mente a la cosa, porque quiero que se den cuenta que cada uno de ustedes también tienen cosas interesante que contar, como que mataron a 15 de sus compañeros de la escuela, porque éstos eran los que los molestaban, les ponían tachuelas en la banca y les robaban la comida del almuerzo. Pero si me van a confesar aquí algo así, les recuerdo que no sé mucha psicología humana (hay que especificar, el otro día vi en una canal que había un man que le pagaba a otro man para saber porque su perro hacía ciertas cosas, como orinarse cada vez que llegaba a la casa; lo que pasa es que el tipo era psicólogo perruno. Lo juro.), y la poca psicología que sé, me la aplico a mí misma.

Hablo de la masacre de un estudiante de 16 años alemán, que mató a sus compañeros y luego se suicidó. Buen niño, quizás le hubiera servido tener un blog. Así muchas personas se hubieran enterado que quería asesinar a 15 inocentes personas. Aunque dicen que le escribió a alguien algo de: “Mañana iré a la escuela y haré una parrillada”. O una barbacoa. Da igual, no entiendo cómo puede comparar unos asesinatos con una comida. Maldito desgraciado.

Vivir a veces mata de la risa. Nada de amargura.

Bye…!!

*Astrid A.*

sábado, 14 de marzo de 2009

Mi vida deportiva, I parte

Al que dijo que el tiempo cura las heridas, yo le debería regalar una galletita. De avena. O con chispas de chocolate. O un globo. Pero rojo. No, mejor azul. Pero igual, debería regalarle algo. Ya hoy me encuentro mucho mejor. Para demostrarles a ustedes qué tan mejor me encuentro (sé que eso de “qué tan mejor” está mal escrito, pero váyanse pal carajo, a mí me suena cool) hoy estoy aquí metida en la computadora, navegando por ahí (nada XXX, no soy de ésas) y escribiendo aquí, en vez de estar sentada en la sala de mi casa, con mi familia, viendo lo que pasó en Detrás de cámaras del programa ese de los niños del que les hablé (si no sabes de qué rayos te estoy hablando, entonces lee los otros post y luego regresa). Por supuesto, consideré muy maduro evitar ver un programa en el que iba a salir Noel, el de Sin Bandera. ¿Para qué seguir mortificándome? Igual, no me hace daño ya. Es más, miren a Noel y a su esposa. En verdad, dicen que no están casados legalmente, pero que sí lo están sentimentalmente. Qué lindos.

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Ya ven, tema superado.

Hoy les quiero contar acerca de mi vida pasada; pero no esas anteriores que tuve a esta, de las que hablan los budistas (reencarnación) ésas no, porque me las pasé metida en un monasterio en el Tibet, y en otra me la pasé en la Guerra del Golfo como enfermera de los soldados. Estoy bromeando.

Quiero sacarme los trapos sucios aquí (para el que no sepa, sacarse los trapos sucios en Panamá es como sacar a relucir el dark side, lo malo, lo feo y lo peludo; algo así, espero que ustedes entiendan); quiero que se enteren que he hecho y que no he hecho (que ha sido bastante) todos estos años.

No siempre fui la persona que ahora soy; antes solía ser inteligente (¡imagínense qué tan diferente era!), útil (pregúntenle a mi mamá; ahora siempre se queja de que ni siquiera sé lavar los platos), estudiosa (viene con el paquete de “Astrid, la sabelotodo”), educada (baboso/a era la máxima palabra sucia que decía, y por cierto, lo hacía en secreto), respetuosa (si el chinito de la tienda de la esquina no me daba bien el cambio, yo me quedaba callada y agachaba la cabeza; creo que más bien eso entra en el campo de conga –conga en Panamá es un idiota estúpido imbécil que se deja engañar por otra persona, en este caso, me dejé engañar y el chino se quedó con mi dinero), sincera (conversaciones actuales con mi madre: “Astrid, ¿cómo te fue en el examen de matemáticas? –Bien…- Dos semanas después, llega el boletín de notas con 5 fracasos; seguro, seguro que me fue bien en el examen de matemáticas), responsable (nada de llamar a compañeros para que me hicieran la tarea de Dibujo Técnico) y, para llegar al meollo del asunto, era una auténtica deportista. Ya saben, mente sana, cuerpo sano. Para ese entonces tenía la mente sana, ya no.

Fue nadadora por 6 años seguidos, y triatlonista por 4 años. Yo era de esas que pertenecían a la selección nacional de natación y todo eso. Como muchos sabrán, aunque Panamá sea un país pequeño, estar en una selección nacional era de lo más complicado. Y te convertías en la mami de todos, sin ánimos de creerme más que nadie. En el 2000 fue que empezó todo esto, y terminó abruptamente en marzo del 2006, un lunes 13 de marzo, para ser exactos.

Como algunas anécdotas interesantes y poco atractivas que contarles, les tengo una en la que yo iba empate con una niña en un triatlón (empate, sí; estamos corriendo a toda velocidad una al lado de la otra, algo nunca antes visto en esas competencias a las que antes asistía). Todoooo el mundo estaba gritando como loco, estaban esperándonos alrededor de la meta, porque nuestro recorrido era dentro de un campo de beisbol. Cuando al fin salimos, seguíamos empate; ella avanzaba unos metros más que yo, y yo le daba alcance, y viceversa. Parecía un estadio de futbol en un partido del Barca con el Real Madrid; todo el mundo gritaba y gritaba como locos. 20 metros antes de llegar a la meta, sentía algo raro y empecé a toser, pero no le di importancia, porque a estas alturas yo ya no sentía mi cuerpo. ¿Que tenía una pierna rota? Créanme que no me hubiera enterado. ¿Que se me había caído la parte de arriba de mi vestuario? Sepan que hubiera corrido en bolas por ahí. ¿Que estaba corriendo sin zapatillas? Jamás me hubiera percatado de eso. Estaba como en otro planeta, totalmente elevada de todo dolor o molestia física; esto se lo digo ultra en serio, me encontraba como en trance.

Como iba diciendo, empecé a toser pero normal, seguí. Entonces, aproximadamente 15 metros antes de llegar a la meta, repentinamente caí al suelo de rodillas. La gente se calló. Caí otra vez, ahora estaban mis manos sobre el suelo (estilo cuatro patas, solo que yo no tengo patas). Y luego, vomité. Nada en realidad, igual no tenía nada en el estómago a estas alturas. El asunto es que caí ahora sí al suelo, y fue cuando sentí que mi mamá me agarraba y me echaba agua en la cara. No sabía dónde me encontraba ni que me pasó. Sentí unas nuevas manos, que me agarraron por debajo de los brazos (eran 2 paramédicos) y me obligaron a pararme y seguir caminando hacia la meta.

Por supuesto que la otra niña ya había llegado; en los resultados finales, días después, pude enterarme que la diferencia entre las dos había sido de 30 segundos; yo lo sentí como de 30 días. Los paramédicos me hablaban, pero no les entendía. La gente seguía callada. Mi mamá, halándome, logró hacer que yo siguiera caminando hacia unos arboles que había por ahí. Y fue allí donde caí en cuenta que había perdido, y que mi cuerpo había fallado por mas que mi mente no había querido rendirse. Observen, esa vaina de que la mente manda al cuerpo es BULL SHIT; tardé años en volver a creer en ese pensamiento.

Para resumirles un poco, empecé a llorar, mi mamá me dijo que lo había hecho bien, que estaba orgullosa de mi, etc, etc. Desde ese preciso momento, año 2004, mi carrera empezó a ir en picada. Si vieran que hasta salí en la televisión, un iweputa mostró cómo me caía al suelo (y de cerca), aunque por suerte no se vio cuando vomité. Era un domingo, y mi papá estaba viendo la tele también. Tuve que correr a mi cuarto a llorar, porque nunca en mi vida había visto algo tan cruel y tan horrible al mismo tiempo (pa ese entonces todavía no había visto mi súper video pirateado de la mantarraya que mató a Steve Irwin).

Meses después, un día mi papá me echó en cara que era una loser, que ni siquiera había sido capaz de ganar un triatlón, que me escondía detrás de la estupidez de que, como sabía que no iba a ganar, me rendí “cayéndome” al suelo… un montón de mierda más, que logró que mas nunca volviera a ver a mi padre con los mismos ojos y que mi madre no le hablara como en 1 semana.

En fin, tengo un par de historias más divertidas que contarles; acabo de notar que esto me salió como melancólico, jajajaja… les tengo una historia corta en la que interviene una piscina y un chicle rico (goma de mascar). O la historia de mi encuentro cercano con la muerte, que tiene que ver con una piscina y una bombilla.

Tranquilos, creo que tendré que hacerles una segunda parte de mi vida deportiva…

Recuerden, yo me caigo a 15 metros para llegar a la meta y me filman mientras me pasa eso… pero igual, la vida es divertida! (excepto por el hecho de que existen tiburones y mantarrayas en los mares).

Bye!!

*Astrid A.*

jueves, 12 de marzo de 2009

El fanatismo…

Las cosas siempre le llegan a uno cuando no se lo espera…

Ayer, me fui hasta el Teatro Balboa, a ver la final de un programa que dan aquí en Panamá, donde concursan niños cantantes para elegir uno, el mejor. Mi única finalidad era ver a Noel Schajris, el integrante de Sin Bandera, que iba a estar como artista invitado y jurado.

La vida a veces es cruel… Dios sabe lo que me ha dolido esto. Les puedo comentar que sufro de lo que comúnmente denominaríamos “fanatismo”. Es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Saber que la persona a la que tú admiras con todas tus fuerzas te decepciona… es algo horrible.

Pero no quiero sonar deprimente, ¡quiero reírme de esto! Imagínense, cada vez que voy a uno de los malls de Panamá, llevo mis CD’s en la cartera, junto con mi cámara fotográfica y una pluma. TRISTE!

Cada vez que entro en las Farmacias Arrocha de Calle 50, miro a todos lados, buscando a un rubio, y sé que hasta parezco prófuga de la justicia. TRISTE!

Ayer, me aguanté 6 horas de pie, sólo esperando el momento para poder conocerlo. TRISTE!

Y les hablo a ustedes de que soy madura. Cuento! Esto es lo más infantil que he hecho en mi vida. Pero creo que lo volvería a hacer de nuevo.

Mi papá se la ha pasado todo el día molestando: “Hey, ¿entonces ya sabes lo que sintió el asesino de John Lennon?” o “¿Y saludaste a Gwendolyn (la esposa de Noel)?”. Es divertido cuando anda de buen humor: siempre que vamos por la calle, me señala a un tipo cualquiera y me dice: “Anda pídele un autógrafo”.

Para cambiarles un poco el tema medio deprimente, les cuento que tuve una conversación de lo más interesante con uno de los que atiende el teléfono en la empresa IDAAN en Panamá, que es la que se encarga de los asuntos aguatinos del país (no pregunten):

-Idaan, buenas!

-Buenos días, les hablo de … (lugar donde vivo; no quiero que, por si acaso, mi stalker personal encuentre mi casa) porque no hay agua desde hace una hora.

-¿De verdad? No tenemos información sobre eso. Oye, Manuel, ¿hay agua en …?

(A todo esto, Manny le responde por allá atrás: Sí, si hay, ¿por qué?)

(Es que dice una joven que no hay.)

(Bueno, no sé nada de eso, debe haber.)

-Dicen que no hay problemas con el suministro de agua en…

-No me diga! Pues yo no tengo!

-Umm, que raro!

-¿Va a poner la denuncia o no? (a estas alturas, ya me había cabreado con eso de que me llamaron mentirosa; no tengo agua y, además, mi palabra vale mierda).

-Ah, sí, claro, como no…

Termina la llamada. Una hora después llamó de nuevo:

-Idaan, buenas!

-Si, mire, le hablo de … de nuevo, quisiera saber si ya hicieron la reparación.

-Si, si, si, estamos en eso (Como si él fuera el que está matándose bajo el sol panameño arreglando una tubería).

-¿Y cuándo regresaría el agua?

-Más tarde.

-¿Más tarde? ¿Cómo cuando?

-Más tarde.

-Claro, como no es la de su casa!

-…

Regresó 20 minutos más tarde. Ya ven ustedes, la concepción del tiempo en las personas varía por la edad, el sexo, la altura de la persona y el peso.

También, volviendo otra vez a la parte de la muerte, que últimamente me rodea mucho, el otro día en la noche me di cuenta que tengo un power supply iraquí (parte en el interior de la CPU de la que no tengo ni la puta idea de qué es; solo créanme, queda adentro de la CPU). El término no me lo adjudico a mí, lo dijo un amigo mío (si, Isaac, tú) pero no ha habido nada más cierto en años. La cosa (la CPU) empezó a SONAR! sonar, en serio, como un silbido salía de allí dentro. Eran las 11:30 de la noche, y yo tenía un miedo de que esa vaina fuera a prender la casa. Pensé en dónde guardo mi dinero y me dije: “¿Lo guardo en mi maleta rosada o en la negra?”. Definitivamente estaba mal, porque no hay nada de malo pensar que, solo a segundos de que se incendie tu hogar, tú tengas que decidir con cuál maleta quedarte. Tuve mucho miedo; nunca en mi vida había escuchado un sonido tan penetrante salir de algo tan chico con una CPU.

Entonces fue cuando me acordé del power supply iraquí; segurito que los gringos encontraron una manera de iniciar el caos en nuestro país, he instalaron un arma poderosa de destrucción masiva en mi computadora mientras yo estaba en la Universidad. ¡Qué olas gigantes ni qué carajo! Un power supply asesino es más efectivo que todas esas muertes que me imaginé.

Y así es como los estadounidenses conspiran para acabar con mi vida y yo aquí, burlándome de ella.

Bye!

P.D.: Sorry por el tiempo que no estuve por aquí!

*Astrid A.*

jueves, 5 de marzo de 2009

Día del ciclo…

Sé que el tema de la muerte ya está empezando a sonar un poco feo, así como un ave de mal agüero, pero hoy sí tengo que decirles que ya encontré una VERDADERA causa por la que yo podría morirme: de paro cardiaco. Resulta que mi vecinito de arriba (yo vivo en edificio) ya tiene la edad suficiente como para asomarse por el balcón, mirar entretenidamente hacia abajo y tirar sus juguetes contra el techo de nuestro balcón. Ya saben, el balcón es de aluminio-metal-o lo que sea… traten de imaginarse eso, y recuerden también las leyes de la fuerza de gravedad de Newton, que decía que velocidad es igual a masa entre tiempo (por favor, no me hagan caso, para su conocimiento general yo me quedé en física el año pasado). Por lo tanto, el impacto con el que golpea el juguete a mi techo es impresionante. Estaba hoy sentada en la mesa, almorzando, cuando escuché un maldito estruendo y me golpeé los dientes con el tenedor. Creí que era una bomba. Así que, a cada rato, estamos todos sentados en la sala y damos un salto al mismo tiempo. Es algo que está empezando a destrozarme los nervios, por lo que creo que cualquier día me va a dar un ataque y voy a caer fulminada en el piso de mi casa.

Otro punto interesante del día de hoy es que me dio por llorar en la tarde (mientras “estudiaba” para el parcial de mañana): lloré porque el transporte público en Panamá es horrible y yo tengo que usarlo, en vez de tener un carro; porque mi mamá me regañó esta mañana porque ELLA dejó en la lavandería las sandalias que YO uso y que le presto a ELLA; porque mi papá hoy fue a mi cuarto y me dijo que limpiara algo en la cocina y, 5 minutos después, caí en cuenta que mi padre estaba sentado en el sofá de la sala, y que YO era la que estaba en la cocina, limpiando, cuando ÉL bien pudo haberlo hecho (yo me encontraba estudiando) en vez de interrumpir a MI cuarto; porque mi vecino de al lado, de vez en cuando, pone música alta (que no me importaría porque yo siempre estoy con el Ipod puesto) que resuena en unos bajos que hacen zumbar todo mi cuarto… es como si viajara dentro de un submarino o algo así (sí, seguro, es que el otro día viaje a Grecia metida en uno de esos, claro). Acepto que no lo hace siempre, pero la gracia era tener una razón para chillar… Además, esto me hizo acordarme de aquellos años estudiantiles (en diciembre salí de la secundaria, que maldita exagerada soy) cuando me la pasaba berreando porque no era buena en la escuela (yo si era malaaa!), porque la física, las matemáticas, la química y más o menos la biología podían conmigo (o sea, nunca sacaba más de 2.0), también me acuerdo que lloraba porque sabía que no iba a poder ir a mi acto de graduación con mi blanco… la cosa es que hoy me puse chillona, y fue gracias al síndrome premenstrual… que bueno es ser mujer!

Últimamente los OVNIS han invadido mi cuarto. Cada dos segundos, llega mi madre, hablándome de una cosa. Después, llega mi papá, sacándome a patadas de la computadora, alegando que quiere ver su email (mentira, siempre quiere ver en qué ando: como si fuera tan imbécil como para dejar algo raro abierto –y que conste que no veo nada raro, pero si lo hiciera, seguro que no lo dejaría abierto-). Ahora, sus cuentas de Hotmail aparecen en mi computadora, como si ésta fuera suya. Lo más triste de todo esto, es que mi papá tiene una computadora en la casa… pero dice que es mejor ahorrar electricidad y por eso es que viene a la mía. Estaba en plena conversación por Messenger hace varios sábados (estaba chateando con 6 personas al mismo tiempo) y llegaron ambos (vienen en par, es como si se multiplicaran como los Gremlins) porque dicen que querían ver un video de los años 80 (por suerte me divertí un poco viendo los peinados altísimos y los “bikinis”) y yo me quedé de pie, viendo todas las ventanitas prendiéndose, esperando que desalojaran el área.

Las buenas noticias para este fin de semana es que voy a poder desquitarme, por lo del Padre que me quería expulsar de la escuela, por el stalker que me está… bueno, stockeando, por los OVNIS que se aparecen por mi habitación, por el loco con hacha que me quiere matar, por la araña que me quiere morder, por la camarera que me quiere intoxicar, por el escritorio que me quiere achurrar, por el desgraciado skater que no presta atención, por la ola gigante que solo me quiere ahogar a mí, por el gato asustador (seguro que mi vecinito me lo tiró desde arriba)… y por el piano, con toda su fuerza de impacto, tipo la manzana de Isaac Newton! (fue Newton, verdad?). Sí, me voy a desquitar porque voy a Paintball (para el que no sepa, es ese jueguito donde te dan pistolas con balas que revientan y son de muchos colores)…

Ríanse de la vida! Y ríanse de la mía!

BYE!

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P.D.: Muchas gracias, Kathy, por el premio otorgado, pero chica, sabes que no tengo ni idea de cómo meter eso en este blog… puedo saber morir, pero no cómo meter un link! (hey, salió en rima). Se te agradece mucho! =) TKM!

*Astrid A.*

miércoles, 4 de marzo de 2009

Mi mal karma…

Uno de los asuntos de los que más me enorgullezco de mi vida es que en mi tercer año de la secundaria, casi me expulsan por ser una revolucionaria rebelde (o por lo menos lo intentaba, no le llego ni a las uñas de los pies al Che Guevara o a esos manes hiper rebeldes).

Era una caspa (una rebelde – en Colombia creo que le dicen así; corrígeme si estoy mal, Clau) y estaba orgullosa de ello. Mi escuela era católica, y el que dirigía todos los terceros años era un sacerdote. Si me muriera mañana por un desafortunado accidente (un piano me puede caer encima; un gato entra volando por el balcón de mi casa, cae en mi regazo, me da un paro al corazón y me despacha al otro mundo; una patineta voladora, de un irresponsable skater, puede salir disparada hacia mi cabeza a una velocidad supersónica; pude haber bebido gasolina pura en vez de una soda en un tremendo descuido de la mesera de un restaurante -¿de dónde carajo sacó la gasolina? ¿Iba a traficarla o qué?-; viene a Panamá una ola gigante, pero como yo me la paso metida en la computadora, escribiendo en mi blog, olvidé ver las noticias y me convertí en la única estúpida que no evacuó el país; podría venir un loco con un hacha –podría ser mi stalker personal-, encontrándome sola en la parada de mi universidad –todos lo demás estudiantes desaparecieron porque, obvio, salieron huyendo a otro país por la ola gigante-; podría morderme una araña radioactiva –no la misma que mordió a Edward Cullen- dejándome paralizada de cuerpo entero, impidiéndome salir huyendo con la llegada de la ola; se me podría caer el escritorio de la computadora sobre las piernas –el loco con el hacha lo más probable es que haya practicado un poco su técnica en mi mesa de madera-, rompiéndomelas, quedando atrapada debajo de ella, y entonces viene la ola, inunda mi casa, y yo como anormal no puedo salir nadando; o, en el mejor de los casos, cuando esquivé el piano, acaricié al gato en la cabecita, esquivé también la patineta, andaba anoréxica, sin ganas de comer, evitándome ir al restaurante asesino donde la mesera asesina traficante de gasolina, saludé a mi stalker personal y, aprovechando que tenía un hacha, le pedí que me arreglara mi escritorio, que estaba un poco chueco, y para cuando llegó a mi casa, como todo un hombre, pisó la araña que intentó subirse por mi pierna, pero como es mi stalker, y quería matarme de todos modos, se le olvidó avisarme que venía la ola, y me quedé en la casa, viniendo después la ola, y aunque nadé y luché contra la corriente, vino una manta raya grande y espantosa y me clavó su aguijón tóxico y mortal) sabría que la única persona que no ha podido olvidarse de mí es ese Padre (me imagino que tienen que regresar para saber donde quedaron; mi cuento de la muerte se hizo un poquito largo).

Aunque todavía me queda una muerte interesante (si no has leído mis posts de los días anteriores, hazlo ahora, porque no vas a entender): mi mamá (tuvo remordimiento de conciencia por el 50% del seguro de avión y la ida negada a la zona libre) y mi papá (también tuvo remordimiento por haberse peleado conmigo el sábado por el puto trabajo del mapa conceptual y porque se siente culpable por nunca haberme llevado a un sanatorio) me llaman por celular cuando estoy en el restaurante, evitando que tome la soda-gasolina, y me avisan que viene la ola, y como viene, no voy a la Universidad (no me encuentro al loco con hacha), no salgo de mi casa (no me cae el piano que pendía de un delgado hilo en lo alto de un edificio en construcción –no pregunten que hacía un piano de cola en un apartamento no acabado-), no me pegan con la patineta, no me siento en el escritorio porque estoy empacando, pero éste igual le cae encima a la araña radioactiva, y no tengo un encuentro con la manta raya gigante porque voy en el avión. Pero como dicen por ahí: “Haz cosas buenas, y cosas buenas te pasarán. Haz algo malo, y esto regresará para atormentarte”, el avión se cae en pleno vuelo (el loco asesino me persiguió hasta el avión, comenzando una persecución que terminó en la cabina del piloto, rompiendo todo el tablero y acabando con la estabilidad aérea del avión) y mi mamá y papá cobran los $10,000.00 que les tocaba por el seguro de vida.

Hay muchas posibilidades de que cualquiera de estas cosas me suceda; puede pasarle a cualquiera.

Para acentuar la mala fortuna y el mal karma que rodea mi vida, hace unos 30 minutos llamó un número desconocido a mi celular. Cuando contesté, es una voz de mujer; ella preguntó por mí , yo le dije que sí, que era yo.

¿Quién habla?

Alguien.

¿Quién HABLA?

Alguien que te quiere matar.

Casi me voy al suelo de la risa. Le respondí: “¿Tú también?”. Y la chica me respondió: “¿Hay alguien más que te quiere matar”… Resultó ser una compañera que da clases conmigo mañana. Ella sólo estaba molestando, pero como no he hablado con ella es obvio que no sabe acerca de mi encuentro cercano con la muerte (Joooo, que exagerada, solo fue una llamadita corta y estúpida).

Hay muchas posibilidades de que esto le pase a cualquiera.

Como iba contando, antes de que se me ocurriera la manera en que iba a morir yo algún día no muy lejano (dije que podía ser mañana), el sacerdote de mi colegio la tenía completamente conmigo. Y les aseguro que le caía de la patada, porque un día me llamó a su oficina para preguntarme si yo me peinaba (yo llevaba el cabello así tipo despeinado, con ondas). Le dije que no, que apenas me levantaba, así mismo me lo dejaba. Entonces el Padre me recomendó usar una peinilla, y yo le dije que qué iba a hacer con una, si así era mi cabello natural. Imagínense, un hombre hablando del cabello de una mujer. Es algo triste, muy triste.

El asunto es que todo lo que yo hacía, estaba mal. Un día nos dijo a todos en el salón que iba a llamar a los padres con frecuencia para hablarles sobre nuestro rendimiento, y yo, como siempre, muy respetuosamente y con unas palabras muy educadas, le dije: “¿Es que no tiene nada que hacer que estar llamando a nuestras casas?” (Nótese la fluidez de las palabras, junto con el tono respetuoso y amable). Dos horas después, recibí un sobre con el logo de mi colegio, donde el Padre le escribía una carta a mis padres mencionándoles el incidente (mis palabras estaban textualmente escritas allí). Por supuesto, la carta la tengo todavía yo en uno de mis cajones. ¿Qué, creías que se la iba a dar a mis padres? ¿Me ves cara de suicida? Aunque de todas formas, en una de las múltiples ocasiones en que mis padres acudieron a mi colegio, el sacerdote les contó.

Este tema es interesante y extenso, lleno de más sucesos atorrantes por mi parte. Lo bueno de todo es que nunca me expulsaron, pero me ficharon de por vida. Todavía me conocen allá como la niña rebelde, la que siempre causaba problemas, la que nunca se quedaba callada. ¿Por qué habría de quedarme callada? No hay nada más divertido que hablar.

Que mi vida sea un entretenimiento para ustedes es algo muy bueno; única condición es que se maten de la risa con ella (háganlo de vez en cuando).

Bye!!

*Astrid A.*

martes, 3 de marzo de 2009

Mi stalker personal…

¿Ayer les dije que casi había terminado mi mapa conceptual? Bull shit, hace una hora los acabe. Me duele la espalda, la cabeza, seguro que mi vista poco perfecta está peor ahora.... pero solo les digo que si mi profesora hace 1 sola mención, 1 SOLA, de mi trabajo (si esto está mal, si no era así) le arranco la cabezaa! jajaja, es una broma, claro!

Hace unos minutos llamaron a mi casa... cuando contesté, tardaron un montón en hablar... y cuando hablaron, me dijeron una frase ahí toda estúpida (nada insultante, solo una burla a mi apellido, nada del otro mundo) y colgaron. Con lo que no contó es que tuviera caller ID. Devolví la llamada, y bueno... para no hacerles el cuento largo el tipo sabe mi nombre y apellido, y sabe que soy fanática de Twilight (me preguntó si ya me terminé de leer los libros). Un completo stalker (acosador).

Para seguir con mi lista de injusticias, hoy mi mamá me aplicó otra: siempre he querido ir a la zona libre (para los de afuera, la zona libre es un lugar de muchos almacenes donde venden mercancía más barata y sin el impuesto), ya que yo fui un día y no he podido volver. Bueno, mi madre va mañana. Sin mí. Me abandonó. Sabe que es mi sueño, y no me va a llevar. Está llegando a un extremo inimaginable!

La verdad, gente, es que hoy estoy tan cansada que me duele el cerebro... pero ahora que menciono a mi madre recuerdo la vez que fuimos a Costa Rica en Ticabus... yo iba pegada a la ventana, bien dormidita, cuando siento que alguien me toca la nariz y me llama: "Astrid! Astrid!"... y yo respondí, super dormida: ¿qué?. Entonces mi mamá contesta: "Nada". Horas después, cuando ya me encontraba en mis 5 sentidos, le pregunté que si era verdad eso de que ella me había llamado mientras estaba dormida (creí que era un sueño). Y ella me dijo: "Es que como llevabas horas sin moverte, y todo está oscuro, pensé que te había pasado algo y quería comprobar si estabas viva".

Definitivamente, esto desaprueba todo lo malo que he dicho de mi mamá en los post anteriores: ella me quiere bastante, pero no lo suficiente como para darme los $10,000.00 de su seguro.

Mientras tanto, yo buscaré reírme de la vida, porque todo menos a tener que estar amargada.

Y porque la vida no puede contra mí (yo soy más mala que ella). Ñaca ñaca ñaca…

Bye!!

P.D.: Creo saber, y creo no saber, quien es mi stalker privado. Tendré que consultarle a las estrellas esta noche! =)

*Astrid A.*

lunes, 2 de marzo de 2009

Trágico problema con el seguro

Después de horas interminables, que nunca volverán, que fueron desperdiciadas en el propósito de hacer unos mapas conceptuales, por fin pude terminarlos. En verdad, no, sólo me falta un pedacito del tercero, pero prácticamente lo terminé. Gracias a este trabajo (una completa estupidez por parte de mi profesora; ojalá se caiga del sofá de su casa un día de estos o se descosa los pantalones en medio de una clase; es una de las peores maldades electrónicas que he tenido que hacer) gané muchos dolores de cabeza, lágrimas, peleas con mis padres… y no me acuerdo de nada de lo que escribí. Nada mejor para mi carrera de Derecho: no acordarme de nada de lo que pensaban esos nerds del siglo V A.C (que vaina que hasta ahora es que exista la televisión). Mi mamá siempre se enfurece conmigo porque me la paso insultando a Aristóteles (me encanta insinuar que andaba muy “high” en esos días), pero ahora estoy que lo tiro de mi balcón. Muchas gracias, oh, maravilloso mapa conceptual! Tú, el mejor de todos, el más admirable, oh, Rey de los resúmenes… he aquí tú más humilde servidora! (por mí que se vaya pa la mierda todo la próxima vez que me digan que tengo que hacer un cochino mapa conceptual; al que me lo mandé, le diré que está bien, hago el mapa conceptual, pero para cuando se lo entregue se lo tiene que meter por donde ya sabe que le cabe). Si valoran su vida, no me pidan un mapa conceptual.

Wao! Acabo de releer, y noto que ando agresiva. Debe ser el calentamiento global.
El sueño del día fue de lo más estúpido y aburrido; estoy de lo más decepcionada conmigo misma porque últimamente mis sueños han estado magníficos y super entretenidos. Hoy estaba posteando y posteando y posteando en el blog de Twilight PTY. Sólo eso. Sé que con solo leer esto, tú eres el que está dormido y soñando!

En fin, lo que más recuerdo del día de hoy es que me estaba riendo sola en mi clase de inglés de la Universidad. Sí, como leen, riéndome sola. Es que sacaron a relucir el tema de los seguros para viajeros, y yo recordé cuando el año pasado mi madre se fue en uno de esos clásicos viaje de negocio. Un día llegó a la casa, cargada de papeles (visa gringa, pasaporte, etc.) y por andar de revisona (no tenía nada que hacer ese día; además, recuerden que la curiosidad mató al gato) vi que había un documento de seguro de viajero, en donde decía que si estirabas la pata, te daban $10,000.00; yo disque: “WAAAO”. Si mi madre caía misteriosamente en una isla desierta, donde sus compañeros de avión terminaban comiéndosela antes que preferir morir de inanición, yo por lo menos iba a terminar un poquitito milonaria (milonaria, de mil, no millonaria; dije que eran 10,000 palos). Pero en las muchas líneas, de esas que te marean y llenas la misma awewason una y otra vez, mi madre colocaba que el 50% era para mí, y el otro 50% era para mi padre.
Astrid: Pero si yo soy tu hija, mamá, yo salí de ti!
Mamá: ¿Y cuál es el problema, si ahí estás tú? ¿O es que acaso te cambiaste el nombre? (algo estúpido, ya que soy menor de edad)
Astrid: No se vale! Él es tu esposo, es una simple porquería de papel firmada hace 19 años. No es lo mismoooo, duhh!
(Entra mi padre, y lee la hoja en mi mano)
Papá: JA! Me van a dar 5,000. Eso está bien. Me contaron el otro día que hay una aseguradora, de una amiga, que dice que…
Astrid: Hey! Hello!! Quiero que quites a ese man de ese papel! Quiero mi 100%!
Mamá: No jodas y deja de gritar. Son 50% para los hijos, 50% para el esposo.
Papá: Y cuando me den los 5,000, te voy a quitar los tuyos porque eres menor de edad.
Astrid: JA, JA, JA. Como soy menor, recuerda que te puedo matar y no me acusan de nada. (Para los de afuera, Panamá es así; algo que se debe mejorar, lo sé)
Papá: Entonces voy a escribir un testamento de que cualquier vaina que me pase, fue tu culpa.
Mamá: Todos creen que me voy a matar en ese avión, verdad? Están buscando que no ponga a ninguno de los dos. Y ya hagan silencio, quiero ver televisión.


(Fin de la conversación). Sufrió los más mínimos cambios; sí que fue así.


Y así es como me sentí estafada por mi propia madre.


Hoy llegué en la tarde a mi casa con un hambre que estaba hasta para comer gente… sé que esto suena poco interesante, pero es que quería comentarles cómo hoy, apenas hace unas pocas horas, casi me convierto en caníbal. Por favor, desayunen.

Ya saben, la vida es divertida, y más si la ven como yo veo la mía.

Bye!!

*Astrid A.*

domingo, 1 de marzo de 2009

Ciertos animales marítimos traen muchos problemas mentales

Hoy recibí los gritos más injustos de toda mi vida. Resulta que a mi padre se le clavó un clavo (nooo! una estufa!!) en una de las llantas del carro. Llamó a mi mamá al celular y le dijo que iba a llevarlo a arreglar. Entonces yo le pregunté a ella que por qué no le llevan el carro al seguro (en mi mente, yo pensaba que el seguro de nuestro carro es el más tracalero de la historia de la humanidad). Mi madre empezó a gritarme que razonara antes de hablar, porque un seguro arregla choques, golpes o abulladuras y no clavos en las llantas. El punto del asunto es que me quedé gritada y confusa, porque no entendí por qué la euforia, si (igual) me sigue pareciendo de lo más lógico que un seguro que te cobra un riñón tuyo en las mensualidades, te pague la ida al mecánico para la dichosa extracción de un mínimo y cabrón clavo.
Aunque por suerte esta vez mi mamá no me gritó tanto, como la vez esa que yo le pregunté a ella misma cuál era la pinche diferencia entre Anakin Skywalker y Luke Skywalker. También le pregunté cómo es esa mierda de que en los años del dinosaurio hicieron la 4, 5 y 6 y después, ahora, hicieron la 1, 2 y 3. Además agregué que cómo era esa vaina de que la mancita esa se murió “por amor” y que cómo era eso de que “el papá quería matar al hijo”. Casi se me rompen los tímpanos de los altos decibeles ese día. Por supuesto, fue mi culpa porque al final de toda la explicación no entendí ni un carajo de lo que me dijo. Es impresionante que una señora tan educada y tranquila pueda llegar a esos tonos agudos.

Para hoy les tengo otro cuento chino, que espero que desestrese su vida por un rato, que viene gracias a mi maravillosa imaginación, la cual sólo se presenta cuando no la necesito. Ayer andaba de sapona de narcotraficantes; hoy, era una psíquica-adivina-detective (y una hija ignorada; ya verán por qué). Gracias a mi genialidad y mis inagotables recursos mentales (si hubiera sido real, hubiera estado recluida en una clínica) lográbamos, todo el “equipo”, encontrar pistas suficientes para encontrar al padre asesinado de una muchacha (para los que se interesan en saber, era el papá de Bella). Parece ser que el tipo andaba metido en malas vainas con las mujeres de otros (se los digo en serio, el pobre señor no tenía nada de pobrecito; ojalá hubieran visto los “flashbacks” que yo tenía sobre sus aspectos “peludos” de su vida antes de su muerte. No aptos para menores). Pero en medio de todo este sueño, también soñé que íbamos todos a una entrega de los Oscares, a la cual mi mamá había sido invitada. Pero la muy condenada nos llevó a uno de esos almacenes de artículos de oficina (a mi papá y a mi mí) y nos dijo que tenía que comprar algo. Después de un rato de dar vueltas, mi papá y yo nos empezamos a preguntarnos dónde se había metido ella, hasta que dejamos de hacerlo cuando vimos que en la televisión estaban pasando la alfombra roja, donde muy dichosa, claro, se encontraba mi madre posando para las cámaras. Sin nosotros. Debería recordar esto, no vaya a ser que mi madre me la aplique un día, pero en la vida real.

Como iba contando, después de interrogar a la gente, me vino de la nada una imagen-video (estas cosas las tuve durante todo el maldito sueño) de que habían echado el cuerpo en el río. Yo era la mami de todos allí, así que todos me hicieron caso y nos dirigimos hacia el “río” que vi en mi mente. Como siempre sucede en los sueños, resulta que también resulté ser muy buena en la búsqueda de cuerpos en ríos con corriente rápida, así que entré y empecé a buscar. Pero en el camino (un trecho de agua muy bajita) habían un montón de mantarrayas. Déjenme hacer otro paréntesis para contarles un aspecto vergonzoso de mi vida: les tengo pánico a las mantarrayas desde que una de ellas mató a Steve Irwin (el Cazador de Cocodrilos). Es más, para ser mucho más sincera, no fui capaz de ver el año pasado ni un solo partido del equipo de los Tampa Bay Rays (Ray significa mantarraya en inglés–o raya, para mí es la misma basura; son familia, son feas, y pullan-). Esos manes en su estadio de beisbol, tienen una pecera gigante llena de mantarrayas (fuckin freaks!).
Y, por favor, sé que la curiosidad mató al gato, pero en mi caso casi me despacha al otro mundo. Después de que Steve Irwin se murió, se supo que había una filmación de su muerte, pero que la esposa no había querido que nadie más la viera, destruyéndola. Pero, repito, la curiosidad mató al gato, y me encontré una tarde, que no había nadie en casa (pura casualidad, coño) buscando el bendito video por internet. Encontré uno, que decía algo así como (fue hace dos años, más o menos): “STEVE IRWIN, STING RAY ATTACK REAL VIDEO!”. Como se podrán imaginar, puso click, y no tuve que esperar mucho porque solo duraba como 30 segundos.
Yo ya me encontraba un poco nerviosa, porque estamos hablando de la muerte de alguien; nada con lo que uno juegue. Puse play, y me apareció un mensaje, fondo negro, letras blancas, que decía así (en inglés, pero lo diré en español): El bla bla del año bla bla bla murió Steve Irwin, fiel conservador de los animales, la naturaleza, mas bla bla bla… Aquí tenemos el video de su filmación en Australia, bla bla bla, donde bla bla bla le clavó bla bla bla blab bla bla en el bla bla bla… aquí viene lo peor, gente: “La imagen es un poco borrosa, acérquese a la pantalla de su computador para una mejor comprensión visual” (que tonta yo, ultima vez que hice caso a algo del internet: dicen que el chocolate engorda, pero no! yo ya no hago más caso a lo que se escriba en la internet).

Imbecil yo, que me acerqué a la pantalla, con el corazón latiéndome a mil, porque sabía que lo que iba a ver era un asesinato. ¿Les estoy haciendo el cuento largo? No contesten (igual, no los escucho). La pantalla negra con letras blancas se fue. Y entonces morí, literalmente. Sonó, muy fuerte, la música más diabólica que he escuchado en mi corta vida; maldita sea, había estado escuchando música y se me olvidó (maldita sea de nuevo) bajar el volumen. En la pantalla me apareció el rostro de una mujer, horrible, gris, con sangre, con los ojos blancos, el pelo espantoso… la peor imagen de toda mi vida. Di un salto en la silla, logré (todavía no sé cómo) poner pausa, y cerré todo. Me eché a llorar. Fue un susto horrible, y no por la mujer fea ni la música espantosa, sino porque me salió de la nada, cuando yo de por sí ya estaba asustada.
Y si quieren saber por mi sueño, pues les cuento que de la nada me desperté, sin haber descubierto el muerto. Mucha suerte, ya que ni en sueños quiero ver a alguien muerto; es suficiente con CSI.

Odio las sting rays. Espero nunca encontrarme por ahí con una (como si nacieran en los cocoteros).

Y recuerden, la vida muchas veces mata de la risa. Especialmente si no es la de uno.

Cuídense!

P.D.: Por andar en la gracia, esta narración extraña son casi casi dos páginas en Word (ya me reconcilié un poco; le tuve que pedir perdón al programa por ser tan dura y boquisucia).
*Astrid A.*